Uno de los aportes de la movilización que han emprendido las mujeres en el mundo es su capacidad de organización. Y en un medio tan caótico y poco cohesionado como el peruano, eso resulta ser un bien invaluable. Esto se ve reflejado en que el poder de una causa como “la de las mujeres”, que tiene como potenciales voceras y activistas a la mitad de la población, se concentra en expresiones de voces auténticas en diversos ámbitos, como el deporte, la literatura, la música, el periodismo, la empresa o las ciencias. Todas están preguntándose por la situación de las demás en los respectivos campos en los que se desenvuelven. Por mi parte, he conversado con varias colegas y amigas sobre la necesidad de mirar dónde y cómo está el sexo femenino en esto que llamamos el mundo de la alimentación. Por ejemplo, está comprobado que a menor nivel de educación de la madre, mayores son las probabilidades de que su hijo sufra de desnutrición. De igual manera, los índices de violencia sexual y doméstica que padecen las niñas en nuestro país, y la dramática estadística de 15 menores de edad de entre 11 y 15 años dando a luz cada día en el Perú, nos dicen que garantizar el acceso de niños y niñas a una buena educación no puede limitarse a construir escuelas ni a vetar un currículo.
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