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Personalidad y personalidades
Los tres salones del Cordano aún mantienen las mesas de granito y fierro de los años primeros, otras mesas son de madera pero cubiertas por manteles de tela con cuadros blancos y naranjas. En las paredes de adobe todavía se ven fotos de los personajes ilustres: el difunto alcalde de la capital Alberto Andrade, quien defendió el local de un inminente cierre en el año 2000, está presente en una serie de fotos que se tiñen con el amarillo de la nostalgia. También están otros personajes que celebraron aquí la vida: el maestro Óscar Avilés, o políticos que, por más cuestionables o polémicos, no dejaron de visitar este restaurante fundado en 1905: el ex presidente Alejandro Toledo, el congresista Mauricio Mulder, la ex alcaldesa Susana Villarán, o incluso personajes de prestigio mundial como Mario Testino.
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A pesar de que no existan las instantáneas que den fe de ello, los recuerdos de otros ex mandatarios como Fernando Belaúnde, Alan García o Alberto Fujimori se mantienen en la memoria de sus trabajadores, hoy administradores del local. Sobre estos personajes se les pregunta con frecuencia a quienes día a día trabajan aquí. Ellos responden con la complicidad de quien sabe los pecados de los vecinos ilustres: a Andrade le gustaba el tacu tacu, Alan García se daba sus escapadas para comer sus sándwiches de jamón con café, a periodistas como Enrique Zileri se le veía bebiendo un buen pisco; y así con cada una de las pequeñas celebridades (festejadas o cuestionadas) que supieron entregarse al placer sentados sobre sus viejas mesas. “Solo falta que venga Ollanta Humala”, dice don Odilón, representante de los trabajadores que persisten en este arte de servir con amabilidad. “Debería venir”, insiste con la invitación.
Somos Cordano
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La esquina del Cordano es la imagen de una Ciudad de los Reyes que aún vive en los catálogos de Promperú y que no por nada ha sido declarado patrimonio cultural por el Ministerio de Educación en 1972, y el inmueble, monumento histórico por el Instituto Nacional de Cultura. Hoy la vieja casona pertenece al Ministerio de Cultura, pero el negocio lo manejan los trabajadores del local.
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Los clientes de este lugar son, básicamente, turistas y jubilados que llegan por una cuestión de identificación: allí almorzaron sus padres y abuelos. Ellos también traen a sus hijos y esposas. Es parte de una continuidad que se mantiene por la comida contundente y la ausencia de una etiqueta que conservan muchos de los restaurantes adscritos a Apega, que tienen sofisticación pero poco sentimiento. El Cordano es así un espacio que mantiene su sobria elegancia y su poética bohemia, esa forma tan limeña de ser tradicional en una ciudad que hoy celebra con alegría. Un reconocimiento a la resistencia de quienes lo mantienen vivo. ¡Salud!