La brisa es helada en la laguna Pacucha. Está a los pies del centro arqueológico de Sóndor, ubicado en Apurímac, donde el frío se convierte en escalofrío. En una pendiente del cerro Muyumuyu -que conserva los restos más impresionantes y mejor conservados del sitio-, hay cuevas con restos óseos. Son la prueba de sacrificios y pagos a la montaña realizados siglos atrás, quizás cuando los chancas todavía eran amos y señores de esas tierras y ponían en jaque al naciente imperio Inca.
Costumbre milenaria. Algunas de las viejas creencias aún se conservan en la zona. Muchos de esos lugares se consideran sacros incluso en estos tiempos, y es costumbre que los pobladores -los cuales se autodenominan chancas- dejen ofrendas para evitar enfurecer a la tierra o para buscar sus favores en época de siembra o reproducción del ganado. Obviamente uno de los sitios favoritos para realizar estos rituales es el propio Muyumuyu.
El lugar tiene la forma de una pirámide escalonada verde, con terraplenes que lucen como amplios andenes. En su cima -a la que se llega por una larga escalera de 500 peldaños que se angosta a medida que uno asciende- hay una suerte de 'intihuatana', un monumento de piedra dedicado al dios Sol. Probablemente se trate de un vestigio inca, cultura que finalmente dominó -de la mano de Pachacútec- a los feroces chancas, cuyos guerreros amenazaban con destruir a los cusqueños cuando Huiracocha reinaba (inicios del siglo XV).
Otra área importante del centro arqueológico es Sóndor -la cual da nombre a todo el santuario. Consta de una estructura escalonada de base ovalada, delimitada por un alto muro de contención. Además, hay un segundo nivel con recintos que debieron servir de residencia al curaca o autoridad local. Asimismo, destaca el sector de Pukaraqay, con construcciones situadas alrededor de un patio central. Desde ahí se tiene una vista privilegiada de la laguna Pacucha.
Naturaleza y alrededores. La leyenda cuenta que donde estaba la masa de agua existía antes una hermosa ciudad considerada una suerte de paraíso en la Tierra, por su belleza y calidad humana de sus habitantes. Pero esta fue invadida por gentes extrañas con costumbres poco nobles que llevaron la corrupción y la maldad. Debido a esto fue sumergida por los dioses.
De la vieja urbe solo queda un espectacular y agreste paisaje natural, donde la laguna -de un azul intenso cuando sale el sol y un gris perturbador en días nublados- es el centro de atención. En sus aguas heladas solo se atreven a entrar patos y aves silvestres, que se ocultan entre totorales.
Si se desea ver un ambiente más urbano, entonces hay que ir a la ciudad de Andahuaylas, situada a solo 30 minutos de allí. Es el centro poblado más importante de la región Apurímac y destaca por su importante actividad comercial, además de su arquitectura típicamente colonial, que contrasta dramáticamente con su lado más moderno y brinda el espacio perfecto para disfrutar de esa paz que solo la sierra y su geografía pueden brindar.