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¿Cómo se empieza a innovar? Esta es la pregunta más recurrente que me hacen los que desean iniciar su viaje por la creación de valor. Ya lo dijimos, innovar implica identificar oportunidades de mejora de un producto, proceso o servicio y que –y esto es lo relevante- nos permitan ofrecer/hacer las cosas de una manera novedosa y útil. Innovar es en verdad, reinventar algo, no es empezar de cero.

Ya. Entonces, ¿todo se traduce a estar atentos y buscar un tiempo para identificar oportunidades para hacer las cosas de una manera distinta pero útil? Simplificando, sí. Pese a que la labor de otear al interior de nuestras empresas u organizaciones para innovarlas no solo es crítica sino urgente, irreversible, a veces no goza de la atención suficiente porque el 'día a día' nos gana y entonces se empieza a 'vivir en base a lo urgente y no lo importante'.

Sí pues, innovar es una chamba de esas que se llaman estratégicas, que no tienen que ver con el fin de mes, sino más bien con el cierre del semestre. Entonces si no tenemos tiempo, o peor aún, personas dedicadas a estas labores de innovación, ¿se puede innovar? La respuesta es sí. Porque la identificación de las oportunidades de innovación no solo es actividad de uno, sino que también puede serlo de nuestros proveedores y clientes. ¡Hoy hay tanta tecnología que facilita la colaboración!

El ejemplo más obvio es el teléfono celular, y más en concreto, el mundo de las aplicaciones que ha revelado. La combinación de las habilidades -de programación- de las personas, con los flujos de datos que producen de manera abierta circulando por la Internet, es el 'input' necesario para innovar fácil, rápido y barato. Gracias a las múltiples herramientas digitales que hoy existen en Internet, cualquiera es un potencial creador del próximo servicio o producto que romperá en el mercado. Por ejemplo, nuestros clientes pueden sugerir mejoras en las prestaciones de nuestros servicios/productos. Fiat lo hizo cuando inició su proyecto de nuevo automóvil en Brasil, llamado "Mio". En otro nivel de participación, el cliente/proveedor puede diseñar soluciones novedosas a través de 'concursos de ideas' o 'maratones de innovación' en los que clientes/proveedores codiseñan sus propuestas de solución –es el caso del diseño de suelas para Nike, en -. Más aún, el cliente puede proponer productos, por ejemplo, combinando formas nuevas de los 'componentes' disponibles como permite Lego a sus fans ().

Las populares y últimamente mal avenidas redes sociales –Facebook y Twitter, principalmente- pueden ahorrar costos tremendos en esta labor de innovación abierta, en la que los clientes pueden determinar qué se fabrica entre todas las propuestas posibles presentadas por el ofertante. O, finalmente, un cliente puede proponer que se fabrique un nuevo producto y este se acaba fabricando si recibe el apoyo de un número suficiente de clientes que se comprometan a comprarlo. Es decir, el sueño de la oferta ultracostumizada es hoy real y válido.

Innovar no es una actividad solitaria, es cada vez más social y abierta. Y como en el tango, se necesitan dos … O tres, cuatro, miles, millones. No hay límites, total, la tecnología ya permite cocrear en red.

(*) Maite Vizcarra es experta en innovación tecnológica e ICT. Puedes seguirla en Twitter como 

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