Mitos y Leyendas - El alma del anciano
Mitos y Leyendas - El alma del anciano

Recuerdo que paseaba por la ciudad buscando una casa en donde poder vivir. Era madre soltera, pues el padre de mi pequeña hija nunca se hizo cargo de ella. Estaba buscando un lugar cómodo para que mi hija se sintiera tranquila y feliz. Siendo alrededor de las 6.00 pm, pasé por una casa un poco antigua, pero se veía acogedora, además tenía el letrero de "En Venta". Pensé apuntar el número telefónico, pero para suerte mía, había un anciano mirando hacia afuera desde la ventana.

Le hice señas, pero el señor nunca bajó la mirada; toqué el timbre y la puerta, pero no dio resultado. En ese momento, vi que la puerta estaba semi-abierta, entonces se me ocurrió entrar para pedirle información al hombre. Abrí la puerta, entré, y subí al segundo piso. Al llegar, el anciano no estaba.

"Era imposible", me dije.

En el primer piso no había nadie y en el segundo, tampoco. ¿Como pudo salir si yo estaba en la puerta?, me pregunté. De pronto, al darme la vuelta, el anciano apareció en mis narices, prácticamente quedé petrificada.

El hombre me miró, me sonrió y luego me preguntó: ¿Qué haces a esta hora en un lugar tan solo?

Le comenté que estaba buscando un lugar en donde vivir y que deseaba comprar una casa en donde pudiera vivir con mi hija. El abuelo me dijo que la casa se encontraba en venta, el había vivido ahí por años, pero que era hora de marcharse. Muy amablemente me brindó un número al que podría llamar para coordinar una cita y ver lo que necesitara. Antes de irme, él mismo me enseñó las instalaciones de la casa, y me mostró algunas fotos que quedaban colgadas en la pared. Eran de cuando él era muy joven.

Cuando terminamos el recorrido, estiró su delgada mano para despedirse de mí. Le di la mano, y noté que estaba muy helado. En ese momento partí a mi hogar.

En cuanto llegué a casa, saludé a mi hija y le comenté sobre la nueva casa que había encontrado. Le pregunté si deseaba acompañarme a la cita, y encantada me respondió con un "¡sí!".

Llamé al número que el buen hombre me había dado, y me programaron la cita para el día siguiente. En ese momento me tiré a mi cama, y me quedé dormida toda la noche. Al amanecer, me di cuenta que tenía que alistarme para poder ir a la cita de la casa, desperté a mi pequeña hija, la bañé, la cambié y salimos para ver la nueva casa.

Al llegar había una pareja de esposos parados en la puerta. Los saludé y les pregunté si conocían a los dueños. La mujer me respondió diciéndome que ella era la dueña de la casa. Le comenté que yo era la señora interesada en comprar la casa; nos presentamos y me invitó a hacer el recorrido. Una vez adentro le pregunté: ¿Por qué desea vender la casa? Ella me respondió que antes vivía allí con su esposo, hijos y el abuelo de los niños, quien era su padre, pero lamentablemente su progenitor había fallecido semanas atrás y ya no tenía sentido conservar una casa tan grande.

Al cabo de unos momentos la señora me empezó a mostrar los cuadros que estaban en la pared, me contó que la persona que aparecía ahí era su padre fallecido. Le comenté que era imposible, pues el día de ayer fue él quien me enseñó la casa. En ese momento se cerró la puerta del dormitorio en donde estábamos, y el anciano apareció de repente. La mujer me miró y me dijo: "Será mejor que no le tengas miedo a los fantasmas... mi padre y yo fallecimos en el mismo accidente y desde hoy no estarás sola nunca más".