La justicia neozelandesa dio la razón el jueves a un asesino pedófilo que acusaba a las autoridades penitenciarias de haber violado sus derechos al confiscarle la peluca que utilizó para huir del país.
Mientras estaba encerrado en la prisión de Auckland, Philipp John Smith escapó a Brasil en noviembre de 2014 aprovechando un permiso de salida.
Se disfrazó con la peluca que le habían autorizado a llevar dos años antes para “mejorar su autoestima”.
Tres semanas después, fue detenido y extraditado a Nueva Zelanda. La peluca fue incautada y las imágenes de la cabeza calva de Smith fueron la comidilla de los medios de comunicación.
“Me he sentido totalmente rebajado, denigrado y humillado”, declaró a la Alta Corte hace unos días.
Había sido condenado a cadena perpetua en 1996 por haber abusado sexualmente de un niño durante tres años y, después, por haber acosado al chico cuando su familia se había ido a otra ciudad. Smith irrumpió en su casa y apuñaló a muerte al padre de familia, que trataba de proteger a su hijo.
En su comparecencia, el condenado, de 42 años, afirmó que la peluca constituía un accesorio esencial para su rehabilitación y que su falta de cabello era un tema extremadamente sensible para él.
El juez Edwin Wylie aceptó el argumento según el cual la administración penitenciaria no había considerado los derechos del detenido cuando le incautó el objeto del delito.
“La libertad de expresión fundamental de Smith ha sido ignorada. Un derecho importante ha sido burlado”.
A ojos del juez, el concepto de libertad de expresión puede extenderse a acciones físicas como llevar peluca. Smith no perdió sus derechos fundamentales cuando fue condenado, incidió.
Con todo, el juicio quedó suspendido durante dos semanas para permitir recurrir a la administración penitenciaria. El juez no admitió la demanda por daños y prejuicios del detenido, de 5.000 dólares neozelandeses (3.300 euros).
Smith fue condenado a 33 meses adicionales de prisión por haberse fugado.