Zabihullah Mujahid, portavoz de los talibanes, habla con periodistas durante una conferencia de prensa en Kabul, Afganistán, el 17 de agosto de 2021. (EFE / EPA / STRINGER).
Zabihullah Mujahid, portavoz de los talibanes, habla con periodistas durante una conferencia de prensa en Kabul, Afganistán, el 17 de agosto de 2021. (EFE / EPA / STRINGER).

Los rostros de los comienzan a revelarse por doquier, con hombres dejando ver su identidad como miembros de las filas islamistas por primera vez en veinte años, muchos de ellos vagamente conocidos hasta ahora por las agencias de inteligencia internacionales.

Con un mensaje que avisa “Nueva foto de perfil”, y una biografía que les describe como “talibán”, cada vez son más las cuentas en Twitter que revelan la identidad de los miembros del grupo insurgente que han estado detrás del teclado por años, y que ahora se dejan ver sin reparo.

Las fotos que circulaban hasta ahora eran pocas, borrosas, inexactas y lejanas, que fueron recopiladas y difundidas en las alertas de “se busca” por las agencias de inteligencia nacionales e internacionales.

El verdadero rostro Talibán

La victoria talibán y la retirada de las fuerzas extranjeras, pone fin a la cacería que mantenía a los talibanes lejos de las fotografías y las cámaras.

El primero de ellos fue Zabihullah Mujahid, el principal portavoz de los talibanes, activo en Twitter desde abril de 2017, pero cuyo rostro no había sido visto hasta que hace una semana, cuando compareció en la primera rueda de prensa de los fundamentalistas tras la toma de Kabul el pasado 15 de agosto.

Seguido, Qari Yousaf Ahmadi, también portavoz talibán, apareció frente a la prensa y actualizó su foto en Twitter sentado junto a la bandera blanca inscrita con el Shahada, que identifica al movimiento.

El caso de Mujahid es ejemplo de cómo el anonimato funcionó para los talibanes y cómo ahora funciona para dar identidad al movimiento, dice a Efe el investigador de temas de terrorismo y autor del libro “The ISIS Peril”, Kabir Taneja.

Taneja recuerda estudios sobre el rol y la existencia de Zabihullah Mujahid, que sugerían que era una cuenta manejada por cuatro personas en distintas partes, pero ahora “vemos que resultó ser una persona real”, apunta.

Desde entonces, nombres como Ahmadullah Muttaqi, Ahmadullah Wasiq, Tariq Ghazniwal, Qari Yahya Takal, uno detrás del otro, forman parte de grupo cada vez más numeroso de miembros del movimiento que reaparecen con una “nueva foto de perfil”, algunos desde cómodas oficinas.

Un combatiente talibán sostiene un cohete RPG mientras hace guardia con otros en una puerta de entrada frente al Ministerio del Interior en Kabul. (Foto: Javed Tanveer / AFP).
Un combatiente talibán sostiene un cohete RPG mientras hace guardia con otros en una puerta de entrada frente al Ministerio del Interior en Kabul. (Foto: Javed Tanveer / AFP).

Nueva narrativa

En este florecimiento de los islamistas vemos a “jóvenes talibanes creando cuentas de Twitter” cuyo “único trabajo parece ser el control narrativo” en temas como los derechos de la mujer, dice Taneja.

Vemos a muchos de estos talibanes jóvenes con una nueva cuenta de Twitter que se mantienen publicando fotos de mujeres caminando en Kabul, mujeres que van a trabajar a Kandahar”, que, a su juicio, están dictando una narrativa.

Twitter se ha convertido en casi la única red social con la que los talibanes se comunican con centenares de miles de seguidores para informar de las acciones y la intención de lo que denominan “el Emirato Islámico de Afganistán”, portarretrato de la visión del Estado talibán.

La versión que difunden los ahora combatientes del teclado, con promesas de unificación e inclusión, distan de los relatos de castigos, asesinatos, y palizas por los que son recordados y que aterran a decenas de miles de afganos que tratan de huir del país.

Hay un inmenso diseño de información en torno a la narrativa talibán en este momento”, dice el experto en terrorismo, a la vez que advierte que esto no significa que se sepa lo que realmente está pasando en Kabul.

Al tiempo que vemos más anuncios y mensajes de los insurgentes, vemos también disminuir la presencia de activistas, políticos, periodistas, y críticos del movimiento en la red social.

Talibanes viajan en un vehículo por las calles de Kabul en Afganistán, este lunes. (EFE/ Stringer).
Talibanes viajan en un vehículo por las calles de Kabul en Afganistán, este lunes. (EFE/ Stringer).

La guerra del teclado

El megáfono en el que se convierte Twitter para los talibanes ha dejado también entrever una aparente ausencia de políticas sobre el uso de la plataforma para grupos radicales, mientras que otras redes como Facebook o Instagram mantienen vetos sobre los insurgentes.

Continuaremos aplicando nuestras reglas de manera proactiva y revisando el contenido que pueda violar las reglas de Twitter, específicamente las políticas contra la glorificación de la violencia, la manipulación de la plataforma y el ‘spam’”, dijo Twitter recientemente en un comunicado.

Para Taneja en esta situación “el problema no es qué contenido está en línea, sino cuál es la política de las grandes empresas tecnológicas contra estos grupos”.

Los talibanes no son un grupo terrorista proscrito por los Estados Unidos, por lo que quizá esta compañía toma esa prerrogativa para permitirles usar esta plataforma para difundir información”, deduce.

Esta permisividad, sin embargo, contrasta con el bloqueo impuesto hace un año al expresidente estadounidense Donald Trump tras las escenas de violencia que tomaron el Capitolio con su derrota.

Fotos y videos que circulan en la red dejan también ver la reaparición de Khalil Haqqani, alto miembro de la temida Red Haqqani, designado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como “terrorista global especial”, sobre el que pesa una recompensa millonaria.

Pero todavía son muchos los líderes talibanes que continúan en la clandestinidad y de los que se espera una aparición, entre ellos Sirajuddin Haqqani, jefe de la red fundada por su padre Jalaluddin Haqqani, del que prácticamente no existen fotografías.

El movimiento en las redes sociales y los medios puede sugerir que, a diferencia de “los talibanes de los noventa, que no tenían ningún deseo de normalizar la relación con el mundo, estos talibanes parecen tener ese deseo”, concluye el experto.

Fuente: EFE

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