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El ritmo de la batería pone la piel de gallina, esculturales bailarinas semidesnudas samban sin parar, un mar de gente con suntuosos disfraces toma la pista: comienzan este domingo los desfiles del sambódromo, apoteosis del Carnaval de Río de Janeiro, el más famoso del mundo.

Es el momento que millones de brasileños esperaron todo el año para poder olvidar los problemas económicos, la sequía en el sureste y el escándalo de corrupción en Petrobras. Especialmente los habitantes de las favelas de Rio, donde las escuelas de samba son tan veneradas como el club de fútbol de su corazón.

De forma simultánea, en las calles, unos cuatro millones de cariocas y 977.000 turistas (un 70% brasileños) festejan en numerosos carnavales callejeros marcados por la cerveza, la samba y el sentimiento de que todo está permitido.

Hay cowboys de chaleco y botas rosadas, hombres de piernas velludas vestidos de Blancanieves y jóvenes disfrazados de bebés, con solo un gran pañal y un inmenso chupete en el que cargan cerveza. Hay negras disfrazadas de geishas y hasta un Jesús en tanga.

Hasta el momento solo dos episodios violentos han empañado el Carnaval en este inmenso país de 200 millones de habitantes.

Al menos 10 personas resultaron heridas la madrugada del domingo en un carnaval callejero en el centro histórico de la turística ciudad de Paraty (al sur de Rio), cuando uno de los fiesteros sacó un arma y comenzó a disparar. La policía cree que se trató de un enfrentamiento de narcotraficantes rivales.

En Salvador de Bahia (noreste), otro hombre fue herido de bala tras una pelea en medio del carnaval, informó la policía.