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El último grito en ocio y baile en Nueva York son las fiestas matutinas "Daybreaker", un evento sin una gota de alcohol. Una fiesta auténtica, que según sus asistentes no se riñe con el rendimiento profesional. 

Matthew Brimer y Radha Agraval, emprendedores del "Daybreaker" sostienen que esta fiesta se convierte en "la mejor mañana posible". En lo que va del año ya se ha montado dos eventos que han convocado a más de 400 personas en distintos locales de la ciudad. 

La última se realizó en el cotizado Meatpacking District, donde mientras los camiones hacen las labores de carga y descarga, centenares de jóvenes bajan a un sótano donde desafían las convenciones del buen despertar.

"Estábamos un poco frustrados con la noche neoyorquina tradicional y por eso decidimos crear una noche diferente", asegura Brimer. Y así, la idea de "Daybreaker" "surgió casi como un proyecto artístico o un experimento sociológico" de dos personas que, como los demás, también tienen sus trabajos cuando se acaba la fiesta.

Este experimento, que de momento se lleva a cabo cada dos semanas en Nueva York, ha salido bien y ha encontrado un nicho de ocio hasta ahora inexplorado con eco en varias ciudades del país, como San Francisco (California) o Atlanta (Georgia), y en el extranjero, de Londres a Tokio, pasando por Río de Janeiro, Ciudad del Cabo y Bombay.

"Hoy vamos a ser mucho más productivas", dice Carrie, que trabaja en una inmobiliaria, junto con su amiga Emily, experta financiera, que considera que esta propuesta es "una idea brillante". Ambas descubrieron estas fiestas en la red social Instagram y, para ellas, esto es solo "el punto de partida" de un día que también acabará en una discoteca, previo paso por sus respectivas oficinas.

Y es que, superada una insólita sesión de yoga con esterillas repartidas por los distintos niveles de la discoteca, a las 7 de la mañana el local comienza a abarrotarse.

En la barra, bebidas ricas en vitaminas, tés, cafés y barritas de cereales, pues lo saludable es uno de los puntos claves de la propuesta. De hecho, no tardarán en aparecer una zanahoria y una calabaza gigantes en el local a modo de mascota.

Pero a pesar de la falta de alcohol, la desinhibición se apodera de la pista de baile. La concurrencia se sitúa entre los 25 y 35 años y responde al prototipo de profesional de éxito, en forma y, en general, buena presencia. Es la viva imagen de la "beautiful people" de Manhattan.

Muchos de los que han pagado los 25 dólares que cuesta la entrada (40 si también vas a la clase de yoga) son parroquia del DJ holandés Álex Cruz, como Morgan, una transexual que lleva una empresa que ayuda a los artistas a orientar sus carreras.

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