La ciudad del futuro en la nueva normalidad
La ciudad del futuro en la nueva normalidad

El calentamiento global, la sequía, la migración y el crecimiento poblacional han puesto a nuestras ciudades bajo una pesada presión. ¿Qué les depara el futuro a ellas _ y a todos nosotros _ en este escenario?

Las ciudades tienen un importante impacto en el cambio climático: se estima que las áreas urbanas son responsables del 75 por ciento de las emisiones de gases de invernadero. Antes de la conferencia sobre el clima en París en diciembre, naciones desarrolladas y en desarrollo por igual prometieron frenar las emisiones de gases de invernadero en un esfuerzo por alcanzar un consenso mundial. Pero, ¿absorbe este consenso las muchas y diferentes realidades, culturas y niveles de desarrollo económico del mundo? ¿Y es lo mejor ver el tema a escala de países para emprender acciones eficaces?

Si la mayor parte de la población del mundo está viviendo en ciudades, y las actividades de los residentes urbanos tienen un impacto ambiental tan grande, ¿no es razonable que sea en las ciudades donde deban buscarse e implementarse las soluciones que mejorarán la vida de las personas y nuestra relación con el planeta?

Yo creo firmemente que las ciudades pueden ayudar a ofrecer las soluciones a los desafíos que estamos enfrentando; que todas las ciudades, sin consideración a su tamaño y riqueza, pueden mejorar significativamente en dos o tres años; y que las ciudades son el último refugio de la solidaridad en nuestra sociedad.

A medida que crece la lista de las megaciudades y que cada vez más personas se mudan a las ciudades desde las áreas rurales, cada ciudad debería darle prioridad a tres temas que tienen gran impacto en la calidad de la vida urbana, empezando a encontrar respuestas que sostendrán a nuestra sociedad a largo plazo: movilidad, sustentabilidad y sociodiversidad.

Cuando los planificadores trabajen en temas de movilidad, la ciudades deben tener prioridad sobre los automóviles; las personas deben tener prioridad sobre los autos. Se han estado produciendo automóviles durante poco más de un siglo, pero el espacio que han acaparado y la cantidad de inversión en infraestructura que demandan son extremadamente altos. Los autos son los cigarrillos del futuro.

Los automóviles ocupan mucho más espacio que cualquier humano. Un espacio de estacionamiento promedio ocupa 25 metros cuadrados. Si usted posee un auto, ocupa 25 metros cuadrados cerca de su casa; si conduce al trabajo, ocupa otros 25 metros cuadrados cerca de su lugar de trabajo, lo que significa que un total de 50 metros cuadrados son inmovilizados para propósitos de estacionamiento. En muchos lugares del mundo, 50 metros cuadrados es el tamaño de una vivienda familiar, o de un lugar de trabajo. Piense en los beneficios increíbles si al menos algunas de esas áreas se usaran para combinar hogar y empleo; si fueran ocupadas para pequeñas empresas que creen sentido de la comunidad como panaderías, cafeterías, librerías, florerías y oficinas, o para parques minúsculos.

Nuestra prioridad al fomentar la movilidad urbana debería ser ofrecer transporte público cómodo, seguro, confiable, asequible y fácil de usar. Todas las modalidades (ferrocarril, tren subterráneo, autobús, tranvía, taxi, bicicleta) tienen que operar de manera óptima e integrarse en una red de transporte. Los sistemas para compartir autos y bicicletas como Autolib’ o Vèlib’ de París también tienen su papel.

Sin embargo, yo creo que el futuro del transporte público está en sistemas como el autobús de tránsito rápido, al cual algunos ven como un “tren subterráneo en la superficie”. Los sistemas ATR hacen uso de la infraestructura existente; los cambios a menudo involucran designar carriles destinados, hacer ajustes en las reglas de derecho de paso, y mejoras tecnológicas enfocadas a eliminar los retrasos asociados con los autobuses urbanos. Debido a su buen desempeño, efectividad de costo (es más barato que construir un tren subterráneo) y flexibilidad para ponerse en marcha, los sistemas ATR, que empezaron en la ciudad brasileña de Curitiba en 1974, están ahora en funcionamiento en casi 200 ciudades de todo el mundo, incluidas Bogotá, Seúl, Estambul, Pekín y Río de Janeiro, y muchas más pudieran seguir el ejemplo. Veo al ATR evolucionando para convertirse algún día en un sistema de vehículos eléctricos ligeros con neumáticos de caucho que corran en vías exclusivas, recargándose en cada parada.

Al abordar los problemas de sustentabilidad, la clave radica en evitar derroches de energía, tiempo y recursos. Algunas formas sencillas de empezar están al alcance de todos: usar menos el auto, vivir más cerca del trabajo, reciclar y elaborar composta. Aunque las técnicas y los materiales de construcción más eficientes y que ahorren energía son importantes, es el diseño de una ciudad lo que puede marcar la mayor diferencia en el esfuerzo por crear un ambiente urbano más sustentable. El diseño es la estructura de organización y crecimiento de la ciudad.

Una ciudad saludable es una estructura integrada de vida, trabajo y movimiento. Requiere un diseño urbano que respete la tierra y el ecosistema del área: la topografía, los cuerpos de agua y la vegetación. Este diseño guía las inversiones hechas por los sectores público y privado y debe involucrar el uso inteligente de la densidad, la compacidad y una mezcla de usos y niveles de ingreso.

A medida que la economía urbana ha girado hacia el servicio, las ventas minoristas y las industrias basadas en el conocimiento, más empleos están ahora más cerca de las casas de las personas y, con la ayuda de las nuevas tecnologías, muchas personas pueden trabajar desde cualquier lugar en cualquier momento. Entre más corto el desplazamiento entre la casa y el trabajo, más tiempo y energía ahorramos. Las instalaciones culturales y los espacios públicos de calidad a los que se puede llegar en transporte público o a pie también son parte de esta ecuación.

Por otra parte, fragmentar las ciudades en áreas con funciones especializadas como los suburbios, los distritos de negocios y las áreas céntricas condena a estos espacios y su infraestructura a estar ociosos durante largos periodos del día o de la noche. Una ciudad más compacta que apoye la diversidad de actividades deja más terrenos para la conservación, la captación de agua y el aprovechamiento agrícola.

Cuando uno está trabajando en temas que parten de la diversidad, es importante recordar que las ciudades han sido desde hace tiempo “crisoles” que absorben a nuevos residentes. Gran parte del Nuevo Mundo se creó siguiendo esta receta, y no podemos olvidar las lecciones de nuestro pasado. Sin embargo, tanto el Nuevo como el Viejo Mundo ahora temen a las olas de personas que desafían el statu quo. Nuestra sociedad está enfrentando problemas de identidad planteados por la creciente sociodiversidad, en tanto la reciente crisis de migración pone claramente de manifiesto la necesidad de la coexistencia.

Las ciudades deben ofrecer esperanza, no desesperación. Una sensación de identidad compartida, la sensación de reconocimiento y de pertenencia a un lugar específico, mejora la calidad de vida. Una ciudad debe ofrecer puntos de referencia con los cuales las personas puedan relacionarse y conectarse: ríos, parques, edificios públicos. Esos espacios cuentan historias y protegen recuerdos, al igual que un diario o un retrato de familia.

Al mismo tiempo que se preserva la identidad de la ciudad, debe fomentarse la sociodiversidad. Una ciudad no puede consentir los guetos, ya sea que estén destinados únicamente para los ricos o los pobres, o para las personas de antecedentes étnicos específicos o ciertos grupos de edad. Los muros y las cercas son barreras protectoras ilusorias: la seguridad y la protección son función del respeto y la civilidad que se derivan de la integración y la coexistencia.

La prosperidad económica trae consigo paz y estabilidad. Pero, en lugar de buscar soluciones que generen crecimiento económico principalmente a través de mecanismos fiscales, deberíamos invertir en calidad de vida. Imagine el número de empleos _ y por tanto el ingreso _ que pudieran haberse generado en todo el mundo si al menos parte de los miles de millones de dólares que se invirtieron en el sistema bancario y la industria automotriz se hubieran invertido en educación, salud, cultura y buena infraestructura.

Una herramienta útil para estimular el cambio rápido y contribuir a consolidar las iniciativas a largo plazo es lo que yo llamo “acupuntura urbana”. Estos toques rápidos y precisos pueden mejorar el desempeño de todo un sistema urbano, o dar rápidamente nueva vida a áreas degradadas y obsoletas. Curitiba dio un nuevo propósito a una cantera abandonada que estaba deprimiendo a los barrios circundantes, creando en su lugar un parque urbano dedicado a promover la educación y la discusión ambientales. Ahora conocida como la Universidad Abierta del Medio Ambiente, o Unilivre, es un ejemplo de acupuntura urbana que logró estos tres objetivos a la vez; uno de los sitios dignos de tarjeta postal más apreciados de la ciudad. Las posibilidades en cada ciudad son interminables: áreas industriales y portuarias obsoletas, riberas degradadas, centros de transporte subutilizados y edificios históricos deteriorados no son monstruosidades, sino espacios que ruegan por tener nuevos usos.

El diseño de una ciudad debe ser una construcción colectiva, un sueño compartido, de manera que un sentimiento de corresponsabilidad guíe nuestros esfuerzos. Eso no significa que deba alcanzarse el consenso en cada paso del camino: la búsqueda del consenso absoluto puede conducir a un estado de parálisis. La democracia no es consenso sino un conflicto permanente en el que la sociedad debe arbitrar con gran sensibilidad. Las políticas a largo plazo deberían ajustarse a través de la retroalimentación constante de la gente.

Las crisis que estamos experimentando deberían alentar los esfuerzos para empezar a construir mejores ciudades ahora. Una sociedad más cohesiva y sustentable surge de sus espacios públicos y sus elementos característicos, buenas calles, plazas, parques, monumentos, teatros y museos. Estos son las “salas de estar” de la ciudad, donde ocurre la urbanidad. Como una construcción humana por definición, la ciudad es un escenario para que la gente se reúna. Debemos darle forma a su futuro.

(Jaime Lerner es arquitecto, planificador urbano y ex político en Brasil. Es el autor de “Urban Acupuncture”.)

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