La periodista rusa Tatyana Grafitskaya observa una fotografía de Anna Politkovskaya, quien fue miembro de "Novaya Gazeta" hasta que la asesinaron en el 2006. AP
La periodista rusa Tatyana Grafitskaya observa una fotografía de Anna Politkovskaya, quien fue miembro de "Novaya Gazeta" hasta que la asesinaron en el 2006. AP

En las imágenes de las cámaras de videovigilancia, un hombre con uniforme de repartidor llega en bicicleta a la entrada del Novaya Gazeta antes de esparcir una sustancia tóxica al aire. Para ese diario es el último ataque.

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Ese día, el 15 de marzo, la redacción del reputado diario de oposición ruso, uno de los pocos que critica abiertamente la línea del y conocido por sus investigaciones contundentes, no duda que sufrió un “” destinado a intimidarlo.

“Se habla del uso de una sustancia tóxica no letal de tipo militar para enviar una advertencia a los empleados del diario o para vengarse de ellos”, subraya a la AFP el redactor jefe Dmitri Muratov.

Varios trabajadores sintieron algún malestar después de este episodio y fueron necesarios varios días para limpiar y deshacerse del olor. Incluso, una parte del revestimiento de la acera tuvo que ser cambiado en la calle.

Solo se trata de uno de los numerosos ataques que ha sufrido el diario, y no ha sido el peor.

En lo que va de siglo, seis periodistas de Novaya Gazeta han sido asesinados debido a su trabajo. Sus fotos en negro y blanco presiden la sede del diario en Moscú.

“No es un secreto para nadie que cuando Anna Politkovskaya fue asesinada, quise cerrar el diario. Este diario es peligroso para la vida de la gente”, lamenta Muratov.

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Anna Politkovskaya

Politkovskaya, que cubrió durante años los abusos a los derechos humanos en la república rusa de Chechenia para Novaya Gazeta, fue asesinada en su edificio en 2006, a los 48 años.

“Los periodistas estaban totalmente en contra. Pensaban que un cierre atentaba a la memoria de Anna Politkovskaya. Me convencieron”, dice Muratov, uno de los fundadores del diario en 1993, cuando soplaban vientos de libertad en la prensa rusa tras la caída de la Unión Soviética.

Uno de los primeros padrinos de Novaya Gazeta fue el último mandatario de la URSS, Mijáil Gorbachov, que dio parte del dinero de su premio Nobel de la Paz para que la redacción pudiera comprar sus primeros ordenadores.

El optimismo de los primeros años ha quedado atrás. La llegada al poder de Vladimir Putin en 2000 supuso un revés para la libertad de los medios independientes y la persecución de las voces críticas.

No obstante, Novaya Gazeta sigue luchando. Publica tres ediciones por semana y sigue denunciando las violaciones a los derechos humanos y la corrupción.

En 2018, el diario recibió un paquete poco común: una corona mortuoria con una cabeza de jabalí y una nota dirigida a Denis Korotkov, que escribe, en particular, sobre las actividades opacas del grupo de mercenarios Wagner.

Sus investigaciones han sacado a la luz las operaciones de Wagner en el extranjero y sus presuntos vínculos con el hombre de negocios Evgueni Prigojin, considerado cercano a Putin.

Pese estos “regalos”, Denis Korotkov asegura que no tiene intención de dejar su trabajo ni irse del país, como lo han hecho otros colegas de la redacción. “Es bastante difícil hacer periodismo sobre Rusia fuera de Rusia”, subraya.

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“Apoyo enorme de los lectores”

Recientemente, Novaya Gazeta irritó a las autoridades chechenas al documentar las ejecuciones extrajudiciales que se practican en Chechenia.

Unos días después del artículo, un regimiento de fuerzas especiales chechenas publicó un vídeo, empuñando las armas, en el que pedían a Putin “órdenes” para defenderse de los “ataques abominables” del diario ruso.

En 2009, Natalia Estemirova, militante de derechos humanos y colaboradora de Novaya Gazeta fue secuestrada en su casa antes de ser asesinada de una bala en la cabeza.

Para Elena Milachina, la autora del artículo sobre las ejecuciones en Chechenia, la única forma de resistir a estos ataques es continuar. “Para que la gente que mató a mis colegas entienda que habrá otro periodista que proseguirá su trabajo”, dice.

Dmitri Muratov prefiere ser optimista y se jacta del “apoyo enorme de los lectores” del diario, que difunde 90.000 copias en papel y registra 500.000 lectores diarios en su página web.

“No nos vamos a ningún sitio... Vamos a vivir y trabajar en Rusia”, avisa.

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