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Hace más de una década que los talibanes abandonaron Afganistán, pero la frecuencia y la atrocidad de los ataques a las mujeres no sólo no se frenan, sino que se intensifican.

Unos artistas afganos realizaron una perfomance para denunciar la brutal muerte de una joven que murió linchada por una muchedumbre, acusada de haber quemado el Corán en la capital de Afganistán. Días más tarde el ministerio del interior dijo que era inocente. 

Se trata de una mujer llamada Farkhonda, de 32 años, quien supuestamente había quemado un Corán en público y una multitud la mató a golpes, prendió fuego a su cuerpo para finalmente tirarlo al río Kabul.

La pobreza, las malas condiciones económicas y la falta de seguridad también están contribuyendo como factores del aumento de los incidentes.

Otros activistas de los derechos humanos responsabilizan de los ataques e incluso de la muerte de las mujeres a un sistema donde reina la ausencia de ley en un país que se rige sobre la base de las sociedades tribales patriarcales.

"Matar a las mujeres en Afganistán es una cosa fácil. No hay castigo", denuncia Suraya Pakzad, que dirige albergues para mujeres en varias provincias.

Citando casos de lapidación pública, Pakzad señala que el futuro parece sombrío para los derechos de las mujeres en el país. "Las leyes mejoran, pero la aplicación de esas leyes está en manos de los señores de la guerra. Creo que vamos hacia atrás".

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