Ayer se cumplieron 142 años del Combate de Iquique, en que se produjo la extraordinaria proeza de Miguel Grau, aquella que le dio fama y gloria universales como el “Caballero de los Mares” y “El Peruano del Milenio”. En efecto, el 21 de mayo de 1879, el  emblemático monitor Huáscar bajo el mando de Grau, se enfrentó a la corbeta chilena Esmeralda, comandada por el capitán de fragata Arturo Prat, muerto en el combate por el cocinero de nuestra nave, que le propinó un sartenazo en la cabeza, falleciendo en el acto. Hundimos a la Esmeralda y sus náufragos salvados gritaron “Viva el Perú generoso”. En ese momento el hijo de Paita, a mi juicio, ingresó en la galería de los grandes como Nelson en Trafalgar (1805), constituyendo su gesto de amor al prójimo, sin importar nada más que la  vida humana, un hito para la novísima doctrina del derecho internacional humanitario. Por eso, con la aquiescencia de usted, estimado lector, en oportunidad del discurso que pronuncié en ocasión del 191° aniversario de la creación de la Marina de Guerra del Perú y 133° aniversario del Combate de Angamos, el 8 de octubre de 2012 -en la propia sede de la Comandancia General de la Marina de Guerra del Perú-, me permití hacer eco de los incansables esfuerzos de la histórica Asociación Nacional Pro Marina del Perú, y de su presidente, el comandante AP Jorge Guerrero Lang, para que Grau, por su gesto en Iquique, sea considerado “Precursor del Derecho Internacional Humanitario”, porque respetó como nadie en la historia del derecho de la guerra, el valor de la vida humana en medio de un conflicto armado. Grau, en una carta dirigida a Carmela Carvajal Vda. de Prat, en la idea de atenuar su dolor por la muerte del esposo, lisonja la figura del valiente chileno abatido en el combate. Los sureños celebraron ayer, el Día de las Glorias Navales, y siempre es feriado nacional. Nosotros ese tamaño de contemplación lo guardamos para el 8 de octubre, en que Grau se inmoló en Angamos. Es verdad que el Combate de Iquique lo celebran infaltables nuestros marinos y también en los liceos navales, pero no todos los peruanos. Eso debemos cambiarlo. ¡Seamos un país nacionalista!. Comencemos, incorporando aquel salvamento, que yace en nuestro imaginario nacional, de manera relevante en la currícula escolar.