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Cuando en mayo de 1980 la banda criminal Sendero Luminoso cometió su primer ataque al Perú, los políticos, abogados, militares en retiro, magistrados, opinólogos y demás iniciaron un largo debate para establecer si esos salvajes encabezados por Abimael Guzmán eran terroristas, abigeos, guerrilleros, insurrectos o enviados por la CIA o por la KGB; pues nadie sabía cómo enfrentar a nivel policial y judicial a esta gente.

Mientras se daban estos sesudos debates, el terrorismo fue creciendo a niveles insospechados. Nadie era capaz de dar un golpe sobre la mesa y trazar un norte en esa lucha. Se pensó que sacando a las Fuerzas Armadas algo se podría hacer, pero no fue lo adecuado. Eran otros tiempos y el Perú acababa de ser sorprendido por un intento de revolución encabezada por un fanático y la recua de asesinos que decidió seguirlo.

Sin embargo, ahora que han pasado 37 años, el panorama no es muy distinto y eso preocupa. Tenemos al Movadef en nuestras narices haciendo proselitismo y apología incluso en universidades, mientras que el Poder Judicial y el Ministerio Público no son capaces de juzgar a sus miembros desde hace cuatro años. El Mausoleo de Comas nos sigue sacando la lengua desde hace más de año y el Estado no es capaz de derribarlo; Guzmán insulta a los jueces y no pasa nada.

Mientras tanto, la terrorista Martha Huatay está libre y habilitada para ejercer el derecho porque pagó puntualmente sus cuotas en el Colegio de Abogados de Lima, que 25 años después recién ha iniciado una investigación a nivel ético para ver si la botan de la orden. Y ni qué decir de las rebajas de condenas que hubo a inicios del siglo y el pago de reparaciones por los daños que sufrieron los pobres terroristas al ser juzgados por los ilegales pero muy necesarios jueces sin rostro.

Estamos actuando con una ingenuidad e irresponsabilidad absoluta, muy simular a la de 1980; aunque con un agravante: en el interín, hemos tenido 30 mil muertos y un país en ruinas al borde de abismo. ¿Qué esperamos para actuar?, ¿por qué se están dejando tantos espacios a los terroristas?, ¿no hemos aprendido la lección?, ¿los vemos nuevamente como inocentes abigeos? Ojalá que esta actitud nefasta no nos termine por estallar -literalmente- en la cara.