Ayer, 5 de mayo, se cumplieron 201 años de la muerte de Napoleón Bonaparte (1769-1821), el famoso Gran Corso, como se solía llamar, y que llegó a ostentar un poder extraordinario en la Europa de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Después de una etapa llena de destellos del poder en Europa fue derrotado luego de experimentar su mayor derrota militar y con ella, política, en la histórica batalla de Waterloo, cuando se enfrentaron sus ejército franceses contra las tropas británicas, holandesas y alemanas al mando del famoso duque de Wellington y las del ejército de Prusia conducidas por el mariscal Gebhard Leberecht von Blücher. Ese episodio sucedió en la sencilla localidad de Waterloo, Bélgica, 5 años antes de su muerte. Napoleón hizo todo al revés. El esfuerzo de la Revolución Francesa había acabado con el absolutismo del denominado Antiguo Régimen. Sus ansias de poder no tenían límites. Llegó a integrar un triunvirato (tres cónsules), que no le importó en lo más mínimo y prontamente terminó autoproclamándose Emperador de Francia. Los Estados Europeos fueron neutralizados por el poder de Bonaparte que los conquistó o hizo doblegar, rápidamente. Estos mismos Estados, luego concretaron la mayor conspiración para derrotar a Napoleón y reunidos en el famoso Congreso de Viena de 1815 decidieron acabarlo. Bonaparte sabía que su cabeza tenía precio, aunque su caída no fue nada fácil. Vencido en una primera ocasión, fue enviado preso a la isla Elba, al sur de Italia, pero escapó al poco tiempo para promover los denominados Cien Días de Napoleón. Una vez más, fue vencido y recluido para siempre en la recóndita isla Santa Elena, a 2800 kilómetros de la costa de Angola, en la zona atlántica africana, a donde fue enviado preso y donde murió. En verdad, sus enemigos, debían asegurarse de que el hombre que había trastocado el tablero geopolítico europeo y de la política internacional de inicios del siglo XIX, no debía erigirse por ninguna circunstancia como una reiterada amenaza, Sus restos descansan en París, en el Panteón de los Inválidos. Desaparecido este genio militar y político francés, en Europa fueron restablecidas algunas monarquías, pero Napoleón ya había dejado el sello de su paso.