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Algunas fuerzas políticas tienen temor -o algo parecido- a que Martín Vizcarra mantenga un nivel de aprobación que lo anime a buscar la reelección en el 2021, y por eso acentúan la crítica a su accionar en Palacio de Gobierno o le ponen cortapisas a las propuestas del Ejecutivo presentadas al Congreso, como hemos visto con la reforma política.

Para que no le frieguen la pita con la misma cantaleta, el Mandatario reiteró hace cuatro días que no será candidato en las elecciones generales venideras, pero recibió de Mauricio Mulder, representante del APRA, una feroz dentellada: “Lo único que quiere el Presidente es popularidad... Y busca pechar al Parlamento para conseguir réditos políticos”.

Así las cosas, la primera advertencia sería: cuidado que “nadie sabe para quién trabaja”. La población está tan decepcionada de la actual clase gobernante que, en “venganza” o en el afán de dar un punto de quiebre, puede elegir en el 2021 a cualquiera -incluido algún desaforado-, menos a los que han sido salpicados por el escándalo de corrupción de Odebrecht y OAS.

De momento nadie marca la diferencia, y más bien el protagonismo en cuanto a aceptación ciudadana se lo llevan los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez, del Equipo Especial “Lava Jato”, y el propio juez Richard Concepción Carhuancho, quienes representan algo así como la reserva moral del país al no tener miedo en mandar a la cárcel a tanto coimero.

Por lo tanto (y este es el segundo consejo), los apristas, fujimoristas y demás deberían gastar balas en una profilaxis interna y mirar menos la paja en el ojo de Vizcarra y preocuparse por el tronco que tienen en el suyo.