En 2024 que se inicia hoy tiene que venir de la mano con acciones para al menos controlar el principal problema que tienen los peruanos de todos los rincones y niveles socioeconómicos: la violencia callejera que se traduce en asesinatos, robos grandes y pequeños, extorsiones y ahora último hasta secuestros y atracos a bancos, modalidades de delito que habíamos dejado de padecer desde inicios del presente siglo.
Es momento de dejar de hablar y hacer anuncios, para comenzar a actuar decididamente y mostrar resultados, como no lo han hecho los sucesivos gobiernos. No podemos pasar un año más escuchando que habrá más patrulleros, más policías, más operativos, más laboratorios de criminalística y más comisarías, cuando los índices de criminalidad aumentan y hasta reaparecen modalidades ya olvidadas.
Si una lección deja el año que se fue, es que los estados de emergencia y la salida de las Fuerzas Armadas para apoyar a la Policía Nacional en la lucha contra la delincuencia común, no sirven. De esto deben tomar nota los gobernadores y alcaldes que engañan a sus vecinos haciéndoles creer que la tropa va a salir a tirar bala a arrebatadores de celulares, ladrones de casas y extorsionadores de bodegueros y mototaxistas. Ese cuento ya debe ser dejado de lado.
El 2024 tiene que marcar un antes y un después en la lucha contra la criminalidad que cobra vidas y daña la economía. Es verdad que el Ministerio Público y el Poder Judicial se han convertido en un lastre al momento de enfrentar a la delincuencia, pero nunca se debe de agotar la coordinación entre el Poder Ejecutivo y los operadores de justicia. Los órganos de control interno también tienen un gran trabajo para poner freno a fiscales y jueces aliados del crimen.
Mostrar resultados en la lucha contra la delincuencia puede ser un buen balón de oxígeno para el gobierno de la presidenta Dina Boluarte que al no tener bancada parlamentaria, partido ni operadores, y navega en turbulencia en medio de su impopularidad y las iras de la izquierda castillista, debería tratar de apoyarse en el golpeado ciudadano de a pie que estará de su lado sólo si ve resultados y siente en su día a día que la criminalidad comienza a retroceder.