Hace 42 años, un día como ayer, Sendero Luminoso, inició sus actos terroristas en el país, en Chuschi, Ayacucho. El núcleo duro de sus adictos, han sido, obviamente, los familiares de sus condenados. Verlos encarcelados por “sus ideales”, los ha llevado a imaginarlos presos políticos que no son. Junto a ellos, debe contarse a los que simpatizan con las posiciones radicales de SL desde los años 80, y a las juventudes ganadas con engaños dado que el propio Estado con gobiernos irresponsables en las 3 últimas décadas, rompió la conexión de los sangrientos años que vivimos por el terrorismo con las nuevas generaciones que no tienen una idea cabal de lo que hizo Sendero.
Desorientados, entonces, se han convertido en un grupo social vulnerable y a la medida de los senderistas solapados -los que no llegaron a ser detenidos por falta de pruebas-, encargados de captarlos, esta vez ya no por métodos violentos porque se dieron cuenta que ese fue su principal error al sentir el rechazo y la condena ciudadana por sus actos macabros. SL, entonces, está en otra fase de su historia donde el uso de la fuerza para asaltar el Estado y luego destruirlo para fundar otro, ha sido prescindido temporalmente. Viven, en consecuencia, su tiempo estratégico de hibernación evitando enfrentarse con las armas.
Al contrario, quieren seguir ganando adeptos con sus infiltrados en el sector público que no hemos sabido neutralizar y erradicar, pues sueltos de huesos pregonan la lucha de clases al discurrir en nuestras narices, el desdén hacia lo que llaman grupos dominantes o de poder económico o simplemente ricos, promoviendo el enfrentamiento social en un país que, todavía en el marco del bicentenario, se esfuerza para superar, además de la pandemia del Covid-19, su fractura histórica, que no ha sido abordada en la dimensión que corresponde, y con ello, volcar la unidad nacional que no tenemos.
Solamente las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la Iglesia y con ellos, los ronderos y campesinos de nuestros hermosos andes y mágica selva, jamás han bajado la guardia frente a SL. Una lección para nuestra clase política, siempre reactiva y nada prospectiva, que debió encaminarnos. No nos confiemos y actuemos a tiempo porque por una ciclópea desidia podríamos vernos envueltos sin darnos cuenta en nuestra peor desventura republicana.