Resulta hasta gracioso que varios de los que juzgan el 5 de abril de 1992 no dicen nada del golpe de Estado del 3 de octubre de 1968, ese con el que el general Juan Velasco llevó al Perú a la quiebra y el fracaso. El Perú antes de ese 5 de abril era un país donde la inseguridad, la incertidumbre y la inestabilidad campeaban. Era un país sin rumbo. Las reformas que se llevaron a cabo en su gobierno fueron las que dieron a nuestro país una dirección económica y un marco institucional promotor del desarrollo.

Es cierto y lamentable que un importante sector del gobierno fujimorista se corrompió y que la corrupción llegó a extremos inimaginables. Alberto Fujimori asumió los activos y pasivos de su gobierno y la responsabilidad política por todo lo sucedido.

Si de lo que se trata es de hacer un balance del gobierno fujimorista, no podemos desconocer sus logros ni olvidar a honestos, inteligentes y valientes colaboradores que hicieron cosas muy positivas, como Absalón Vásquez, Carlos Torres y Torres Lara, Carlos Boloña, Fernando de Trazegnies, Alberto Bustamante o Eduardo Yong Motta.

Sería mezquino no reconocer todo lo bueno que se hizo en esa década que cambió nuestra historia. El respaldo ciudadano a Fuerza Popular se explica en gran medida por la gratitud de un pueblo a un hombre que lideró un gobierno que transformó el Perú.

Alberto Fujimori siempre será controversial. Querido u odiado, 25 años después del histórico 5 de abril, Fujimori ha sido reivindicado con una bancada que preside el Congreso de la República. Pese a ello, resulta paradójico que no haya logrado aún su libertad.