Conmemorar este 27 julio los 186 años del natalicio del Gran Almirante del Perú, Miguel Grau Seminario, en su natal Piura, nos convoca a reflexionar sobre su legado a través de los diferentes aspectos de su vida. Demócrata, hombre de familia, marino e hidalgo frente al enemigo vencido. Asimismo, héroe y mártir, su figura nos llama a la unidad de los peruanos en aras de un país grande, de cara al bicentenario de la República.

En el plano familiar, el ilustre marino fue un abnegado esposo, padre ejemplar y hombre de fe. La pareja Dolores Cabero y Miguel Grau tuvo diez hijos, de los cuales le sobrevivieron ocho. Grau dispuso que lo que dejara de fortuna se emplee en la educación de sus hijos, porque consideraba que era la mejor herencia que un padre podría legar, tal como lo testimonian las cartas cursadas a su esposa.

En el ámbito político, Grau fue diputado del Partido Civil por la provincia de Paita. Desde su escaño buscó que se logre un equipamiento adecuado para la Marina de Guerra, con el fin de contar con una fuerza naval que protegiese los intereses nacionales. En 1879, se excusó ante el Congreso de la República para comandar el Huáscar. En el hemiciclo se exhibe su curul y su nombre precede el llamado de asistencia en el inicio de las sesiones, a la que, al unísono, la representación nacional responde: “¡Presente!”.

En el campo militar, el Peruano del Milenio, en el puente de mando del glorioso monitor Huáscar, evitó, por casi seis meses, que el enemigo de entonces ingresase a aguas peruanas. Se constituyó en un desafío para el adversario; hasta aquel fatídico 8 de octubre de 1879, cuando, en Angamos, partió a la eternidad. Ya lo había dicho: “Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”. Sus oficiales, con el mismo arrojo, se fueron sucediendo en el mando y jamás se rindieron. Sus estrategias navales son reconocidas a nivel mundial.

En el ámbito del ser humano, trasciende por su alto sentido de respeto por la vida y la dignidad humana, que se manifestó en el combate de Iquique del 21 de mayo de 1879, cuando, como comandante del Huáscar, ordenó el rescate de los 62 náufragos del buque chileno Esmeralda, acto que sentó las bases de los futuros códigos y éticas en la guerra. Dicha acción le mereció ser reconocido por la Cruz Roja como “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en Combate Marítimo”, en el 2019.

Hoy, con el mismo valor y sacrificio que sus predecesores, los marinos se encuentran en la primera línea de batalla enfrentando a un virus letal y lo entregan todo, demostrando su amor por la patria. Que el natalicio de Grau sea ocasión para revalorar su legado y nos lleve a sumar esfuerzos por el progreso del país.

Conmemorar este 27 julio los 186 años del natalicio del Gran Almirante del Perú, Miguel Grau Seminario, en su natal Piura, nos convoca a reflexionar sobre su legado a través de los diferentes aspectos de su vida. Demócrata, hombre de familia, marino e hidalgo frente al enemigo vencido. Asimismo, héroe y mártir, su figura nos llama a la unidad de los peruanos en aras de un país grande, de cara al bicentenario de la República.

En el plano familiar, el ilustre marino fue un abnegado esposo, padre ejemplar y hombre de fe. La pareja Dolores Cabero y Miguel Grau tuvo diez hijos, de los cuales le sobrevivieron ocho. Grau dispuso que lo que dejara de fortuna se emplee en la educación de sus hijos, porque consideraba que era la mejor herencia que un padre podría legar, tal como lo testimonian las cartas cursadas a su esposa.

En el ámbito político, Grau fue diputado del Partido Civil por la provincia de Paita. Desde su escaño buscó que se logre un equipamiento adecuado para la Marina de Guerra, con el fin de contar con una fuerza naval que protegiese los intereses nacionales. En 1879, se excusó ante el Congreso de la República para comandar el Huáscar. En el hemiciclo se exhibe su curul y su nombre precede el llamado de asistencia en el inicio de las sesiones, a la que, al unísono, la representación nacional responde: “¡Presente!”.

En el campo militar, el Peruano del Milenio, en el puente de mando del glorioso monitor Huáscar, evitó, por casi seis meses, que el enemigo de entonces ingresase a aguas peruanas. Se constituyó en un desafío para el adversario; hasta aquel fatídico 8 de octubre de 1879, cuando, en Angamos, partió a la eternidad. Ya lo había dicho: “Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”. Sus oficiales, con el mismo arrojo, se fueron sucediendo en el mando y jamás se rindieron. Sus estrategias navales son reconocidas a nivel mundial.

En el ámbito del ser humano, trasciende por su alto sentido de respeto por la vida y la dignidad humana, que se manifestó en el combate de Iquique del 21 de mayo de 1879, cuando, como comandante del Huáscar, ordenó el rescate de los 62 náufragos del buque chileno Esmeralda, acto que sentó las bases de los futuros códigos y éticas en la guerra. Dicha acción le mereció ser reconocido por la Cruz Roja como “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en Combate Marítimo”, en el 2019.

Hoy, con el mismo valor y sacrificio que sus predecesores, los marinos se encuentran en la primera línea de batalla enfrentando a un virus letal y lo entregan todo, demostrando su amor por la patria. Que el natalicio de Grau sea ocasión para revalorar su legado y nos lleve a sumar esfuerzos por el progreso del país.