Las cifras no disminuyen el alto riesgo se mantiene, las vacunas llegan en pocas cantidades y la inmunización es lamentablemente lenta. Algunos países ricos tendrán toda su población inmunizada para mediados de este año pero en el Perú, a este ritmo, nos sentaremos a esperar un par de años para que las vacunas lleguen hasta los más pobres. La desigualdad es una realidad en el acceso a vacunas, medicamentos, hospitales y oxígeno mientras vivimos la amenaza de una tercera ola aún peor que esta segunda presente. Todos lo sabemos y por eso llama poderosamente la atención que en plena campaña electoral la salud no haya merecido propuestas de reforma ni de modernización, menos aún exigencias de mayor presupuesto. O no hay sensibilidad política frente al dolor colectivo o hay interés en avalar la catastrófica gestión de Martín Vizcarra continuada por Francisco Sagasti. Las críticas no prosperan. El Perú recibe las primeras dosis sin capacidad de contrarrestar la actual emergencia sanitaria y menos las crisis futuras. Vale decir que los muertos continuarán sin prevención de nuevas catástrofes. Lo que tenemos ahora es la exclusión de los privados, de municipios y gobiernos regionales que quieren comprar y aplicar vacunas. El gobierno está obligado a convocar toda la ayuda posible para defender la vida y es increíble que rechace la ofrecida. Debe encontrar todas las formas estratégicas y solidarias para la compra y distribución de vacunas. Nos avergüenza el escándalo por la inmunización privilegiada y corrupta de Vizcarra y compañía, pero ahora estamos ante la opacidad en la compra de vacunas sin información sobre sus contenidos lo que destruye confianza. No hay voluntad política para habilitar y robustecer nuestro penoso sistema de salud varias veces colapsado. En qué mundo viven nuestros políticos? ¿Cómo recuperarnos si no invertimos en el sector salud que debemos  transformar imperativamente? El derecho a la vida no es prioridad. ¡Qué pena!