La política es una actividad propia de la persona humana para alcanzar el bien común en una comunidad. Es la tarea que consiste en reconocer un problema que afecta a todos, escuchar distintas propuestas de solución a cargo de los representantes ciudadanos y, al final de un extenso debate, tomar una decisión. La mayoría no es tirana, la minoría tampoco es víctima, es el ejercicio de la democracia si el procedimiento aplicado guarda conformidad con la Constitución y la ley. Por eso, la democracia es el gobierno de la mayoría que respeta la minoría operando bajo las mismas reglas de juego. La importancia del dimensionar el ejercicio de la representación política también demanda unas reglas electorales que impidan su fraccionamiento en más de cuatro bancadas parlamentarias; de lo contrario, la dificultad para llegar a consensos complicará alcanzar los votos necesarios, así como desgastar o bloquear cualquier gimnasia congresal en el tiempo.
“A mayor representatividad, menor gobernabilidad” es una frase surgida de la experiencia parlamentaria. Por esa razón, las asambleas legislativas más eficaces son bipartidistas; sin embargo, son sistemas de partidos que tienen y conservan los países que pueden, no los que quieren. En ese sentido, el corazón de una reforma electoral debe procurar el dimensionamiento del Congreso de la República. Si el bipartidismo no fuese viable para una comunidad política, lograr un pleno compuesto por tres o cuatro bancadas deberá garantizarse con otros ajustes que impidan el transfuguismo y descomposición parlamentaria en una asamblea que sólo terminaría representando un conjunto de intereses individuales y corporativos.