El 6 de junio, día de la segunda vuelta electoral, cumplo 25 años de vida. Como todos los peruanos, ese día iré a votar por una de dos opciones que encarnan el antagonismo ideológico de la segunda mitad del sigo XX en el Perú.

Sin embargo, yo -y mi generación- no hemos vivido lo que sí han vivido nuestros padres. Nosotros no vamos a votar con memoria. Entonces, ¿con qué votamos?

Al no haber vivido esas épocas, no tenemos la oportunidad de ver con claridad el abismo hacia el que nos dirigimos con una de las propuestas electorales. Nosotros no hemos vivido a Velasco y su reforma agraria que empobreció al país brutalmente, ni el primer gobierno de Alan García -que, con políticas muy parecidas a las que está planteando hoy Castillo, desembocó en una hiperinflación monumental. De hecho, yo ni siquiera recuerdo la época de Alberto Fujimori. Todo lo que sé del Perú del siglo XX, lo aprendí. Mi memoria no tiene registrado el trauma emocional que significó atravesar los 80s y 90s en este país. Y yo puedo hacer de eso algo positivo.

Por eso escucho y respeto la memoria de quienes sí atravesaron esos años, y eso me permite observar desapasionadamente los resultados de los gobiernos de la época para poder tomar una decisión racional, que venga de la cabeza y no del hígado.

Para mí, quienes tuvimos la suerte de haber crecido en un Perú en paz y en bonanza, hoy tenemos el deber de votar para asegurar que sigamos en ese rumbo, y, además, de trabajar para que el Estado corrija los errores que hoy lo mantienen ajeno a muchísimos peruanos.

Recuerden que somos importantes en esta elección. Recuerden que todos tenemos sesgos, pero podemos intentar hacerlos de lado esta vez. Recuerden que el futuro del Perú depende de nosotros.