Una democracia de apariencias puede celebrar elecciones aunque desvirtúe valores esenciales como el respeto a la dignidad humana y la defensa de la vida pasando por la independencia de poderes, el derecho a la información, la salud de los pobres. La pandemia le cayó a Martín Vizcarra como anillo al dedo para potenciar su caudillismo reinando sobre gabinetes incompetentes. Sin diálogo ni compromiso real todo le fue permitido: promesas mediáticas que no se cumplieron, confrontación permanente, sin humildad, transparencia o reconocimiento de clarísimos errores en la lucha contra el virus. El primero, comprar pruebas rápidas sin calidad ni certeza y descartar moleculares que hubieran evitado los contagios por falsos negativos que generaron miles de muertos que nos pusieron a la cabeza del desastre mundial en la salud y en la economía. Soportamos un largo confinamiento con un sistema de salud colapsado, con falsas promesas y cifras maquilladas. Hemos pasado un año muy complicado que no podíamos imaginar cuando hicimos el brindis del 31 de diciembre. Y el que viene no será mejor si Francisco Sagasti y su equipo responsable de adquirir la vacuna no se deciden a priorizar el interés de la gente. Todavía es pronto para sentenciar que no habrá vacunas para el Perú. Mantenemos la esperanza  para no pasar directamente al miedo y a la frustración. Es tiempo de gestiones prioritarias en un mercado de varias opciones y delicada elección ya que todas podrían tener puntos de riesgo. Pero hay que comprarlas y hacerlo sin discriminaciones comerciales o políticas. Las vacunas chinas y rusas responden al igual que la norteamericana a ciencias médicas avanzadas. No queremos una pandemia prolongada con su rastro de muertos a lo que se agregaría una economía que no podría ser reactivada. Cuánto de hambre, muerte y desolación significaría una omisión que podría tipificarse como delito de exposición a personas al peligro. Estamos avisados.

TAGS RELACIONADOS