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Una embajada del Perú en cualquier parte del mundo, y en especial su máximo representante -el embajador-, es la cara de nuestro país en el exterior, por lo que ha resultado sumamente indignante la forma en que un diplomático de carrera se expresa ante el personal a su cargo, según se ha sabido el domingo último a través del programa dominical Panorama.

En ese sentido, el Ministerio de Relaciones Exteriores (RR.EE.) ha tomado una medida acertada y sobre todo oportuna: llamar a Lima al embajador en Israel, Fortunato Quesada, exfuncionario de Palacio de Gobierno en tiempos del expresidente Kuczynski, para que ofrezca explicaciones en el marco de la investigación que se le ha abierto tras la denuncia de malos tratos al personal que trabaja en esa dependencia diplomática.

Ante situaciones como esta, no queda espacio para el mal llamado “espíritu de cuerpo” ni para las pasadas por agua tibia de inconductas de funcionarios públicos -en este caso un diplomático-, a los que todos pagamos un sueldo, a fin de que nos representen de la mejor manera en el exterior y no con expresiones y malos tratos a sus subordinados.

La gestión del canciller Néstor Popolizio ha tomado una medida que es la que debería adoptar toda autoridad pública ante las supuestas inconductas del personal a su cargo. El caso del embajador Quesada amerita una rápida investigación y, de ser necesario, la aplicación de una sanción que sirva de ejemplo a todos los empleados del Estado.