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Año tras año, el país soporta la ocurrencia de fenómenos climatológicos muy duros. En temporadas de verano, las lluvias son persistentes en varias partes del país y dejan destrucción. En otoño e invierno, la presencia de heladas en pueblos altoandinos y el friaje en la zona de selva son frecuentes. Centenares de pobladores de estos lugares resultan damnificados por estos cambios en la naturaleza, pero su asistencia casi siempre es inoportuna y tardía.

En el 2017, por ejemplo, varios pueblos de regiones del sur fueron afectados por el descenso de temperaturas, llegando a niveles históricos, y el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) advirtió que estos cambios bruscos en el clima (como ya ocurre en el distrito de Tarata, en Tacna, donde se registra un valor de -13.5 °C) serán más frecuentes y duros en los siguientes días a medida que llegue el invierno.

Similar pronostico también se lanzó para las regiones del centro y norte del país, advirtiendo que el 2018 podría ser uno de los años más fríos de la historia.

Ante esta situación, es indispensable que los diferentes organismos públicos, desde municipios, gobiernos regionales y central, actúen de manera oportuna con el plan anual contra las heladas y friajes, el mismo que se implementó el viernes último a nivel nacional desde el centro poblado de Colque (Puno), ubicado a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar. Que las acciones previstas se cumplan con la rapidez del caso y no cuando pasen varios meses de la presencia de estos fenómenos naturales.

Que no se repita la historia de años anteriores.

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