Tras la vergonzosa salida de Pedro Castillo de la Presidencia de la República y la asunción de Dina Boluarte como su reemplazante, hoy el tema de agenda es: ¿adelanto o no de las elecciones generales? Es válido que se especule sobre el futuro político del país, pero es poco elegante que quienes impulsen esta propuesta sean los interesados en postular al máximo cargo de la nación.

Es esa misma gente que se mantuvo en silencio cuando Martín Vizcarra asumió la presidencia tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski; tampoco dijo nada cuando Francisco Sagasti tomó la posta a propuesta del Congreso. ¿Por qué lo hacen ahora? Es cierto, en esta convulsión también hay otros intereses.

Por ejemplo, hay promotores de la izquierda que se han camuflado en las protestas exigiendo el adelanto de elecciones y la asamblea constituyente para el cambio de la Constitución, además del cierre del Legislativo. A estas mismas personas solo les interesa crear el caos y alterar el orden democrático.

Desde hace un tiempo hay una campaña sostenida en medios tradicionales para convocar a las elecciones generales, aunque no ha calado del todo. Más bien, parece una cantaleta de quienes están listos para postular a la presidencia y desean apurar sus candidaturas, y van a seguir conspirando: es decir, nada tiene legitimidad hasta que ganen los instigadores.

De esta manera, el panorama nacional es el siguiente: el Ejecutivo sin bancada está obligado a apoyarse en las calles (la relación ahora es incierta. No hay una marcha como contra Merino, pero hay columnas de rechazo). El Congreso, aunque parezca acatar la tregua solicitada, va a apretar el cuello hasta donde se le permita. Y la población solo espera que la disputa acabe y sus problemas se resuelvan.