En un país, digamos, “normal”, sería ideal que los expresidente democráticamente elegidos y que completen su mandato o lo terminen por una enfermedad que les impida seguir al frente del Perú, tengan al final de su gestión una pensión vitalicia y algunos beneficios que les permitan vivir con algo de tranquilidad económica y sin mayor necesidad de estar buscando empleo por acá y por allá, empeñando su buen nombre por necesidades alimentarias o siendo tentados por intereses oscuros.
Sin embargo, en una realidad como la nuestra, en que los jefes de Estado acaban enjuiciados desde el día uno, entran por la puerta grande y salen antes de tiempo por la ventana o un tragaluz, ingresan al cargo de manera interina en medio de turbulencias, o están al frente del país por apenas unos días para luego irse directo al Ministerio Público, el espíritu de la ley que otorga el mencionado beneficio a los exmandatarios ha sido desvirtuado, por lo que mejor sería dejar dicha norma sin efecto.
Entiendo que los autores de la Constitución de 1979 que convertía a los exmandatarios en senadores vitalicios con un sueldo de parlamentario de por vida, y los de la Constitución de 1993 que otorgó la pensión a los exmandatarios hasta el fin de sus días, asumían que los jefes de Estado saldrían al cabo de cinco años por la puerta grande, con mucha experiencia, con conocimientos de sobra para aportar al país y quizá hasta en condición de “vacas sagradas” de la política, por lo que merecerían una pensión.
La realidad ha resultado muy distinta a la concebida por los viejos constituyentes. Hoy los exjefes de Estado no son, en su gran mayoría, lo que ha merecido el Perú. Por eso, la pensión para los expresidente debería ser eliminada. El que vea que ser mandatario no le asegura un ingreso posterior por parte del Estado y no cuente de antemano con un patrimonio propio lo suficientemente holgado como para asegurar su vejez sin recibir dinero del Estado, que se dedique a otra cosa. Nadie está obligado a postular.
Con la eliminación del beneficio se cerraría la discusión de que si le toca o no a los vacados que aún no son sentenciados como Pedro Castillo o Martín Vizcarra, o a los que no fueron elegidos pero completaron el mandato como Valentín Paniagua, Francisco Sagasti o quizá Dina Boluarte. Además, de paso, nos ahorramos casi un millón de soles al año que como hemos informado en Correo hace unos días, es lo que se paga por pensiones a expresidentes que en su mayoría, en su momento serán sentenciados por ladrones y sinvergüenzas.