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Con la negativa del gobierno de Uruguay, de otorgar asilo político al expresidente Alan García, ha sido echada por tierra la teoría esbozada por el líder aprista, miembros de su partido y simpatizantes, en el sentido de que en el Perú vivimos en una dictadura y que acá se persigue a los políticos por sus ideas o por el “peligro” que puedan significar para el gobierno del presidente Martín Vizcarra.

Se puede estar a favor o en contra de la actual gestión de gobierno. En Correo somos críticos de la administración del presidente Vizcarra cuando consideramos que es necesario serlo, pero resultaba un absurdo el tratar de presentar al Perú de hoy como una dictadura sin división de poderes. Más jalado de los pelos era incluso hablar de un “golpe de Estado”, con tanques o sin tanques.

Al día siguiente del ingreso del expresidente García a la casa del embajador de Uruguay en Lima, señalamos en este mismo espacio que sería un gran error de parte de la administración del presidente Tabaré Vázquez si se otorgaba el asilo al líder aprista, pues eso hubiera significado ponerle a nuestro país un rótulo de “dictadura” delante de nuestro escudo patrio.

El Ministerio de Relaciones Exteriores ha hecho un buen trabajo al haber actuado con rapidez, a fin de poner las cosas en blanco y negro, y aclarar a Montevideo y al mundo que acá vivimos en democracia, por más que un político investigado por presuntos actos de corrupción sostenga lo contrario, con el apoyo de su partido, que seguramente pagará los platos rotos del descrédito ante los ojos de los peruanos.