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“En seguridad, (Ollanta Humala) ha sido un fracaso total. No lideró la lucha antidelincuencia”, ha dicho a Correo el desde hoy ministro del Interior, Carlos Basombrío, quien de esa manera contundente hace un diagnóstico de cómo nos deja el saliente mandatario ante el principal problema que castiga a los peruanos: el de la inseguridad en las calles que agobia a todos, desde el peatón que sufre el arrebato de su celular hasta el gran empresario al que le asaltan su local.

Pero Basombrío va más allá, pues no solo culpa a Humala por la situación en que nos encontramos, sino también -y en esto muy pocos pueden refutar su afirmación- a los peruanos que creyeron en que por haber sido oficial del Ejército iba a ser capaz de poner en vereda a los hampones. Craso error de los que depositaron su confianza en quien se mostraba en campaña casi como un sheriff, pero que al final solo mostró falta de liderazgo en la lucha que le fue encomendada.

Pese a lo que cada cierto tiempo salgan a decir en televisión Wilfredo Pedraza y José Luis Pérez Guadalupe, lo cierto es que la violencia en las calles se deja sentir cada día con más fuerza ante la inoperancia de un Estado que no es ni siquiera capaz de evitar que los internos de un penal planeen desde adentro extorsiones, crímenes y pases de droga. Esa historia de los bloqueadores de llamadas de celulares ya parece un cuento de mal gusto.

Lamentable que el humalismo tampoco haya sido capaz de poner orden en la Policía Nacional, donde la corrupción campea en todas sus jerarquías, afectando el excelente trabajo que hacen los buenos y sacrificados agentes, que no tendrían por qué ser “contaminados” por quienes hace mucho tiempo debieron ser expectorados por la puerta falsa de la institución, a la que defraudaron para llenarse los bolsillos.

Es verdad que Humala fracasó en la lucha contra el crimen no solo por los datos objetivos que existen sobre criminalidad, sino también porque generó una gran desilusión entre los peruanos que votaron por él con la esperanza de que haya resultados. Estamos ante el triste final de una administración que llevará sobre sus espaldas la responsabilidad de muchas muertes en las calles, que nunca fueron pacificadas como ofreció el “sheriff Ollanta” en la campaña.

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