Hasta que por fin la Universidad César Vallejo (UCV) se dio cuenta que no podía seguir tapando el sol con un dedo ante el escandaloso plagio de la tesis de maestría del presidente Pedro Castillo y de su esposa, y decidió notificar a la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) lo que era evidente para cualquier persona con una pizca de sensatez: que esa supuesta investigación era una vil estafa al tratarse en gran parte de un “copia – pega”.

Por más que el dueño de la UCV y aliado del gobierno, César Acuña, trató de ocultar lo inocultable, incluso en una vergonzosa conferencia de prensa en la ciudad de Trujillo, era imposible seguir sosteniendo que esa tesis tenía algún valor. Ahora han retrocedido, por lo que estimo que a la Sunedu no le quedará otra alternativa que quitarle el título de magíster al profesor que incluso ha cobrado más al Estado al amparo de ese grado académico que jamás debió obtener.

Pero más allá de lo que suceda en la UCV o la Sunedu, lo cierto es que tenemos en funciones a un presidente que ha sido capaz de semejante inmoralidad y delito, como es plagiar una tesis o irse al jirón Azángaro a comprarse una al peso, para obtener un título que además consignó ante la autoridad electoral al momento de postular a la Presidencia de la República. En cualquier otro país un hecho como este le costaría la cabeza a una autoridad, hasta a un alcalde.

Sin embargo, acá tenemos al presidente Castillo dando lecciones de decencia y honestidad valiéndose de recursos públicos para ir a provincias, a sus ministros sacando cara por él en lugar de cumplir con sus funciones, a la izquierda mirando a un costado para mantener su cuotita de poder y a una llamada bancada magisterial –el nuevo oficialismo– dando pena en una conferencia de prensa que dejó muy en claro por qué el nivel de la educación escolar en el país está como está.

Lamentablemente, tenemos un Congreso que no está a altura del inmenso reto de tener al frente un presidente como el profesor Castillo, quien hace tiempo debió ser echado del cargo y llevado ante la justicia, pues su permanencia es una ofensa a todos los peruanos, que encima tienen que soportarlo hablando de supuestos complot y campañas para dañarlo a él y a su precario gobierno, algo que por cierto ni haría falta, pues para autogoles el jefe de Estado es campeón.