Adolfo Suárez González (1933-2014), notable político español que fuera designado por el rey Juan Carlos I, presidente del gobierno en 1976 -había fallecido Francisco Franco el año anterior luego de gobernar España desde 1936, y el camino para la monarquía constitucional comenzaba a allanarse-, luego de elecciones a las que se sometió 11 meses después, ganó la presidencia hasta 1981 en que dimite al cargo, siendo el primero en ese alto cargo de España que asumió un día como hoy.

El tamaño de su serenidad política fue confirmado con el intento del golpe de Estado en España (23.2.1981), encabezado por el teniente coronel Antonio Tejero que, junto con la Guardia Civil, asaltó el Congreso de Diputados en el momento en que Leopoldo Calvo-Sotelo, luego sucesor de Suárez, estaba a punto de ser nombrado primer ministro del gobierno.

Suárez, que se había convertido en el hombre clave que llevaría a España en el cauto referido proceso de transición hacia una verdadera democracia, ese día del asalto estuvo más sereno que nunca. Ya se había convertido en el estadista que supo consensuar con las fuerzas políticas todavía escindidas por el duro impacto que dejó el franquismo en sus casi cuarenta años de poder, y en su deseo de afirmar la democracia española.

El terrorismo y la aguda crisis económica fueron sus mayores enemigos y quisieron impedírselo y la actitud de Tejero y sus compinches, parecían ser la resistencia para aceptar el destino democrático de España. Suárez fue clave, no solo para España que, por su gesta en los años 80, se convertiría en un país de progresivos desarrollos con liderazgo evidente en el marco de la Unión Europea, sino también para América Latina que por esa época la pasaba muy mal. Su inmutable actitud ante la balacera desatada en el hemiciclo de los diputados, no lo hizo amilanarse y ese momento fue el de la derrota del iluso Tejero.

El valiente Suárez, heredero de la tradición jurídica salmantina -abogado y doctor en Derecho-, recordado como el hombre del consenso y de la transición, pero, además, hidalgo y realista frente a momentos difíciles como el de aquel 23F que solo confirmó el tamaño de su equilibrio, aceptando luego alejarse del cargo en 1981. Enorme lección para saber retirarse priorizando los intereses del país antes que los propios.


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