Los aerosoles atmosféricos forman parte de los constituyentes que componen la atmósfera terrestre, pero a diferencia de otros elementos considerados permanentes como el oxígeno y otros gases, estos son variables tanto en el tiempo como en el espacio.

Los aerosoles son partículas en estado sólido o líquido que pueden llegar a ser mil veces más pequeñas que el grosor de un cabello humano y que, por lo tanto, pueden permanecer suspendidas (flotando) en la atmósfera desde varias horas hasta algunos años. Las fuentes que originan estas partículas son muy diversas y pueden tener un origen natural como antropogénico. Los generados por el hombre son, generalmente, consecuencia de la combustión incompleta de los combustibles fósiles.

La actividad y desarrollo humano se ha sustentado y se sustenta, aún en la actualidad, de una u otra forma en el uso de combustibles fósiles, ya sea para generar electricidad, calefacción o el transporte vehicular. Además de las industrias y otras fuentes de emisiones, el parque automotor de las megaciudades es uno de los principales responsables de liberar grandes cargas de aerosoles a la atmósfera, fundamentalmente en países en vías de desarrollo, donde también circulan vehículos ineficientes y con muchos años de explotación.

Estudios científicos han demostrado que los aerosoles más pequeños, conocidos como material particulado, logran llegar hasta lo más profundo de las vías respiratorias provocando enfermedades respiratorias agudas. La contaminación atmosférica generada por el hombre, incluyendo a los aerosoles, constituye el mayor riesgo ambiental para la salud individual causando alrededor de 7 millones de muertes por año.

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