Para afrontar la pandemia del coronavirus (COVID-19), el permanente lavado de las manos es vital; por tanto, una conclusión válida y objetiva es que en aquellos lugares donde no se cuenta con el servicio de agua potable, las posibilidades de que pudieran constituirse en áreas vulnerables a la enfermedad, es muy alta. El Perú cuenta con una población de 32 millones de habitantes y cerca de 8 no tienen acceso a agua potable. ¿Por qué en pleno siglo XXI un país como el Perú que tiene más de 67 mil millones de dólares en reservas internacionales no ha logrado que todos sus ciudadanos puedan gozar del derecho fundamental de contar con este servicio básico?. La respuesta todos la sabemos pero pocos alzan la voz para decirlo: Total ausencia de política de Estado. Sería mezquino achacar al actual gobierno que los referidos 8 millones de peruanos a la fecha sigan recibiendo agua en baldes cada vez que un camión cisterna llega hasta sus viviendas para proporcionarla y a altos precios. La responsabilidad es histórica porque los que tienen todos los servicios han sido ajenos e indiferentes a las necesidades de los más pobres, es decir, los más marginados a lo largo de nuestra vida republicana. Es una ironía de la vida que el Perú clasificado como uno de los 20 países más ricos del mundo en agua, padezca el cuadro que acabo de describir. ¡Eso es imperdonable!. La ONU ha establecido que las poblaciones que se encuentren por debajo de 1700 m3 de agua por habitante, son consideradas como pueblos con escasez hídrica. Solamente en Lima cerca de 1,5 millones de limeños no cuentan con acceso a agua potable y alcantarillado. No contar con agua es una grave responsabilidad de nuestra clase política solamente preocupada en sus agendas personales y citadinas. Lo que estamos viviendo con el coronavirus desnuda lo que pasa a un país cuando no se cultiva en la gente desde la infancia la cultura de planear políticas de Estado, olvidando que también se trata de valiosísimas conductas adquiridas. Al coronavirus -van 38 infectados en el Perú- y a otras enfermedades en las últimas décadas, lo seguimos enfrentando con la política de la inmediatez como ha sido penosamente a lo largo de nuestra bicentenaria vida nacional.