La salida de Guzmán y Acuña ha concentrado la atención en lo peleado del segundo lugar. Pero las estimaciones de Datum y GFK, más allá de las cifras específicas, arrojan un resultado que ha pasado algo desapercibido: que se abre la posibilidad de que todo acabe en primera vuelta.

En efecto, ambas encuestadoras muestran que Keiko Fujimori, contrariamente a lo que pensaban muchos, recibiría buena parte de los votos que iban a los defenestrados candidatos. Lo que la ubicaría alrededor del 37% a 38%. ¿Parece lejos llegar al 50? No tanto. Si se repitiera el nivel de votos inválidos -blancos y nulos- de la pasada elección presidencial (12,3%), le podría bastar llegar al 44% del total de los votos de la primera vuelta. Apenas 6 o 7 puntos en un mes, que en política es mucho.

Hasta aquí las matemáticas. Pero ¿qué podría sostener, desde lo político, esta posibilidad? Primero, que sus rivales pueden crecer, pero siguen siendo chicos. Segundo, que los misiles están concentrándose, todavía, en el segundo plano, mas no en el primer nivel. Tercero, que hay una fatiga en el electorado que puede conducir a que decida terminar todo de una vez el 10 de abril, ante un proceso electoral tan deslucido y plagado de denuncias y violencia. Y cuarto, que si el JNE veta a Vladimiro Huaroc, puede recuperar adeptos que se desencantaron con su controversial incorporación.

Los fujimoristas deberían apostar por esta alternativa ambiciosa, pues la segunda vuelta va a ser la confrontación entre el fujimorismo y el antifujimorismo. En el fondo, son los únicos partidos que hoy existen. Para los militantes de este último, la primera vuelta son las primarias para escoger al mejor candidato antifujimorista. Y la segunda vuelta promete una carnicería contra el fujimorismo, donde la elección empieza de nuevo. Su mejor opción es ganar en primera y cerrar todo de una vez.