Luego de consumar el régimen chavista que preside Nicolás Maduro, un nuevo fraude electoral en Venezuela, debemos preguntarnos en la región y el mundo entero, ¿Qué es lo que sigue en este país sumido en la más completa desgracia por la profunda crisis política, social y económica, y cuya responsabilidad es imputable al gobierno chavista?. Nadie, dentro y fuera del país llanero, en su sano juicio, podría haberle creído a Maduro, que en la víspera de las elecciones parlamentarias del domingo 6 de diciembre, frescamente llegó a decir que “si pierdo no me quedo un día más en la presidencia”. El dictador, cínico a la máxima potencia, sabía que las iba a ganar de manera tramposa, por eso lo dijo. Sin legalidad ni legitimidad, como bien ha dicho el Grupo de Lima, creo que no deberíamos quedarnos en los pronunciamientos. Los gobiernos democráticos saben muy bien que Maduro no va a dejar el poder y que viene meciendo a la oposición de su país con el único propósito de hacer tiempo, mover sus fichas según sus antojos, y asegurar que el poder siga en sus manos. Las recientes pseudo elecciones han confirmado que Maduro no tiene apoyo de nadie. En efecto, los venezolanos que siempre se han opuesto a su mandato de facto y ahora los chavistas, cada vez en mayor disidencia, le han bajado el dedo. De los más de 20 millones de votantes solamente han ejercido su derecho de voto unos 5 millones, es decir, un ¼ del electorado en un país de 32 millones de habitantes. Controlando escandalosamente todo el aparato electoral, con máquinas de votación compradas en Argentina por medio de un proceso de adquisiciones muy cuestionado, sin observadores internacionales, un cronograma electoral cambiado hasta en 3 ocasiones y sin la participación sustantiva de la oposición,  es evidente que nadie reconocerá un triunfo que no existe. Es tiempo de tomar otras medidas contra la dictadura. A la par de reconfirmar a Juan Guaidó como presidente de iure hasta recuperar la democracia, el bloqueo económico es una medida avalada por el derecho internacional. Si Maduro no percibe la presión de la comunidad planetaria, seguirá haciendo de las suyas mientras el pueblo venezolano languidece.

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