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La Fiscalía está a punto de alcanzar uno de los mayores descubrimientos de sus pesquisas por el caso “Lava Jato”: el agujero negro que conduzca a Alan García. La información de IDL-Reporteros sobre el pago de coimas a Luis Nava Guibert y a su hijo José Antonio Nava constituye la huella más visible de la corrupción que rodea al expresidente y podría significar el punto culminante de una búsqueda incesante y farragosa. ¿Por qué no ha caído García hasta ahora? Hay dos vías para esa respuesta: o es el ser inmaculado que dice ser o sus testaferros se han negado a echarlo por alguna lógica e irreproducible razón. Lo que se puede afirmar hoy, sin ninguna duda, es que el segundo gobierno de AGP estuvo plagado de una inmunda red de corrupción, pestilente y profusa, y que se está muy cerca de saber el nombre del pescador de sobornos que la lideró. Nava fue el funcionario de mayor confianza de AGP. Este lo mantuvo en Palacio, como secretario general, entre 2011 y 2016, y en ese último año lo convirtió en ministro de la Producción. La cercanía entre ambos era superlativa y podría decirse que excedía la función pública y se cimentaba en una profunda amistad. Hay, no obstante, un serio riesgo. Hasta ahora, las coimas alrededor de los emblemáticos casos de la Línea 1 del Metro de Lima y las adendas de la Interoceánica Sur han salpicado a personajes como Jorge Cuba, Edwin Luyo o Miguel Atala, pero el silencio se ha impuesto como una lápida indestructible entre el delito y la verdad. Con los Nava presos, escondidos o prófugos, la Fiscalía se arriesga a que, de la misma forma, el demoledor hallazgo se diluya en los actores de reparto. Por eso, su plan es que entre el 22 y 26 de abril Jorge Barata, otrora amigo de AGP, libre de ataduras y amenazas, exento de miedos y lealtades, se sacuda de sus afinidades y en nombre del acuerdo que lo salva de la cárcel, que le abre las puertas de un país al que traicionó, que le otorga una segunda oportunidad a una empresa corrupta, diga todo lo que sabe, porque estamos hartos del cinismo, de la palabrería vacua y de la hipocresía moral.