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El famoso “ego colosal” de Alan García debe estar más adolorido que el pobre Jesús Lora cuando el expresidente -allá por el año 2004- le dibujó su descomunal zapato en la rabadilla para apartarlo de su camino.

Hasta hace unos días, García Pérez andaba suelto en plaza, cantando inocencia y que la vida es un carnaval, pero el impedimento de salida del país de 18 meses que le aplicó el Poder Judicial, a pedido del implacable fiscal José Domingo Pérez, seguramente le ha removido ese yo inmenso como su humanidad.

“El que tiene un ‘ego colosal’ no recibe propinitas ni plata de nadie”, adelantaba el líder aprista el año pasado para sacudirse de los eventuales sobornos de Odebrecht salidos -ahora sabemos- de la Caja 2, destinada a darle liquidez a la corrupción en el Perú.

En ese orden de cosas, la frase sustentatoria de la solicitud fiscal de que “ahora sí se le va a investigar como corresponde al ciudadano Alan García por haber recibido dinero de la empresa Odebrecht” tuvo que haberle sonado a música fúnebre.

Y es que, bajo estos términos, venido desde España para una audiencia supuestamente protocolar y encontrarse con una ampliación de la investigación por la Línea 1 del Metro de Lima, se acerca como nunca al peligro que colinda con la posibilidad de verse tras los barrotes.

Mucha gente pagaría por ver este espectáculo judicial, como ocurrió con Ollanta, Nadine y la propia Keiko, pero jamás se debe soslayar que Alan, además de su floro proverbial, tiene el plus de que se las sabe todas. Un zorro viejo.

N.R.: Esta columna fue escrita antes de la solicitud de asilo.