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La alcaldía provincial de Piura la disputan, voto a voto, un excongresista del fujimorismo, Juan Díaz, y un exregidor del aprismo, Luis Neyra. Sobre el primero con referir su pasado fujimorista es suficiente, pero sobre el segundo, que encabeza el conteo, la cuestión se complica. ¿Será verdad lo que dicen? ¿Que Luis Neyra obtuvo ese nivel de votación gracias a los mototaxistas (y sus usuarios, obviamente)? Gane Díaz o Neyra, que sirva para poner sobre la mesa uno de los problemas que se deberá resolver. Para los que no viven en Piura, les explico. ¿Cómo consiguió ese numeroso electorado? Pues, ofreciéndoles lo que la actual administración edil les ha ido recortando: el acceso al centro de la ciudad, ya demasiado congestionada por la concentración de peatones y automóviles. Los anillos viales han sido cercos, demarcados por calles y avenidas, que poco a poco han ido alejando a los mototaxis y motos lineales. A los infractores, sorprendidos dentro del anillo, multas e internamiento del vehículo. Lo cierto es que, por más cariño y comprensión que te despierten los mototaxistas, es una innegable realidad que la ciudad no soporta un minuto más el hacinamiento que el caos vehicular ha causado. La falta de una política del transporte urbano, la ausencia de grandes líneas de buses, de vías, etc., convierten en una tortura peligrosa, cara y contaminante movilizarse. La falta de ocupación en otros segmentos productivos ha conspirado con este fenómeno. Un paliativo ha sido alejar del centro de la ciudad a estos vehículos. Entonces, si el virtual nuevo alcalde ha ganado ofreciendo revertir lo ya avanzado con los mototaxis, menudo problema se ha ganado. Porque es poco probable que cumpla esa promesa, porque es poco probable que se la dejen cumplir. Y porque los que se van a sentir, con toda razón, engañados, se la van a cobrar. Y eso no es bueno para nadie, porque la barbarie volverá a tomar las calles de una ciudad que ya suficiente daño tuvo con las lluvias. La demagogia no es buena, llegar al poder con engaños menos.