En la película V de Vendetta se escucha la frase: “Anarquía significa sin líderes, no sin orden”. Es evidentemente un llamado de atención frente el caos. Esto se asemeja a nuestra realidad. Ya sabemos que en nuestro Gobierno no hay líderes, pero tampoco orden. Solo hay confusión, desconcierto, incertidumbre y desgobierno. Hay algo peor que la anarquía.

Si al inicio, el presidente Pedro Castillo debía cargar un “rocón” sobre sus espaldas, ahora tiene encima un fardo de hormigón. El extremismo, el alto grado de improvisación en el Ejecutivo y la incapacidad para capear el temporal político han sido factores determinantes para que se hunda progresivamente.

Y para colmo promete respetar la seguridad jurídica y las obligaciones asumidas por el Estado con las empresas privadas como motor del crecimiento económico, pero un día después su equipo anuncia el cierre de operaciones en cuatro mineras. Si el jefe de Estado, busca refundar el país, como tantas veces lo ha dicho, lo primero que tiene que hacer es ser serio y creíble. Para ello el único camino es cumplir con su  palabra, solo así tendrá autoridad moral.

Ya es momento que el presidente y sus ministros actúen de acuerdo a los beneficios del país y sus instituciones antes que desde sus animadversiones personales o ideológicas. No es posible que el Gobierno esté paralizado ante la necesidad de elaborar planes y proyectos para resolver los problemas del día a día de los peruanos. Solo le imprime entusiasmo a sus acciones cuando golpea a los inversores. Ojo que el cargo de presidente de la República es un oficio muy difícil, que tiene como lo máximo las obras y la prosperidad a favor de la gente, si no sucede esto es muy difícil que se quiera al que está en el poder.

El país sigue inmerso en una grave crisis política, pero está demostrado que los que no funcionan son los que dirigen el país, no el sistema.