GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

El Perú está paralizado, lleno de temores, de ataques, de desconfianza y de pronósticos reservados. Nadie gobierna ni legisla. Mientras un grupo palaciego pretende convocar un gabinete de reconciliación, las calles protestan y muy pocos se atreven a creer en un Presidente descalificado ante sus electores.

La crisis es profunda, de legitimación y de confianza. Ninguna nueva etapa de entendimiento y de tender puentes se dará cuando ni siquiera ha podido tenderlos para retener a sus mejores colaboradores, que han renunciado frente a la maniobra ilegal e inadmisible del canje de impunidades que significa el indulto presuntamente humanitario a Alberto Fujimori.

Estamos divididos en todos contra todos. Para superar la crisis se necesitaría gente de la mejor calidad, política y ética, pero es justamente esa la que rechaza asociarse a un gobernante que no duda en engañar y que, además, pronto podría estar en mayores problemas por las declaraciones de Jorge Barata.

Si de verdad el Presidente quiere salvar la democracia, y empezar con realismo una nueva etapa, debe entender que es un político herido de muerte y que ningún bailecito ni discurso podrá salvarlo de la descalificación en el aspecto neurálgico de la moral. Lo ético es dar un paso al costado y dejar el poder a su primer vicepresidente, Martín Vizcarra.

El presunto gabinete de la “reconciliación”, presidido por Mercedes Aráoz, no será tal. Plantean una recomposición sin sentido de unidad nacional que debe su demora a que la gente de calidad que pudiera integrarlo rechaza esta pantomima.

Nadie cree en una reconciliación convertida en selección proimpunidad o en cacería de brujas. El indulto ha unido a PPK con Alberto Fujimori, pero los peruanos decentes estamos fuera de esa tóxica burbuja. Si PPK no enfrenta la crisis de manera realista, podríamos estar gestando peores escenarios para la democracia y para el país.