Cerrar un año nos permite cerrar un ciclo. Nos da la sensación y oportunidad de un nuevo comienzo y depende de nosotros aprovechar esta ventana psicológica para re-plantear, proponernos nuevas rutas y desafíos.  Es provechoso hacer este ejercicio a nivel personal y colectivo.  Por lo tanto, en estos breves párrafos me centraré en algunas lecciones del 2020 que podemos incorporar a nuestros aprendizajes sobre educación.

En primer lugar, hemos desmitificado lo virtual, encontrándonos con sus posibilidades, que son amplias, pero también sus límites.  Hemos comprobado en un experimento a escala mundial que el contacto personal y físico que se da en el aula, la energía que se comparte, las risas, las relaciones que creamos en persona son mucho más fuertes y emotivas, por tanto, cimientan mejor nuestros aprendizajes. Lo virtual nunca va a reemplazar a lo real y esa era una fantasía importante de desinflar.  A la vez, hemos vuelto a corroborar que podemos hacer muchísimo más para la educación de niñas, niños y familias usando los medios de comunicación.  En este sentido, la experiencia de Aprendo en Casa ha llegado para quedarse. Estos meses, las familias han descubierto cosas de sus hijos que no conocían, así como de su proceso educativo. Esto será favorable en el mediano y largo plazo, ya que las familias podrán tener más herramientas para estar involucradas en el proceso pedagógico.  También hemos tenido que reconocer, a veces a la fuerza, la absoluta centralidad de nuestra salud mental para el bienestar. Nos hemos enfrentado a nuestras limitaciones, en cuanto a organización del espacio social y comunitario y hemos sentido lo importante que es contar con lugares comunes de esparcimiento: parques, playas, calles seguras, cerradas los domingos para poder disfrutar en familia.  El 2020 se va con muchas lecciones que este 2021 debemos aplicar.   La lista es larga, así que prioricemos.  Y tú ¿qué has aprendido en este año tan diferente?