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Unos, los vecinos, saldrán a ambas márgenes del río para expresar su malestar por el nulo avance de la reconstrucción. Otros, las instituciones, se reunirán convocados por la Cámara de Comercio por la misma causa. Piura no suele ser explosivo ni violento, se toma su tiempo y quema etapas. Lo que va quedando claro es que de paciencia ya queda poco y que los tontos del gobierno central -que no nos preocuparían si no administraran la caja fiscal- no se toman en serio todas estas señales. ¿Qué estarán esperando? ¿Es que solo reaccionan ante bloqueos de carreteras, paralizaciones y huelgas, manifestaciones y enfrentamientos, gases lacrimógenos y alguna bala perdida? Salta a la vista que se trata de dos agendas diferentes, distantes y desconectadas. Para Lima, la saga de la corrupción y Odebrecht, Gamarra y La Victoria con sus mafias, un revendedor de entradas al estadio y otro más de los impresentables congresistas coimeando a su propia familia, llenan el tiempo del Ejecutivo. Para los norteños, estas escenas tienen tanta importancia como el polígrafo de EVDLV y la televisión basura. Puro entretenimiento vulgar. La realidad local no es para nada entretenida, es una tortura y mortificación soportar bajo este verano infernal el estado calamitoso de nuestras ciudades, semiparalizada la agricultura y la actividad económica, y viviendo a salta de mata entre basurales y escombros. La parálisis del Estado se contagia a la actividad privada y a las infructuosas visitas oficiales de consuelo se suma la torpeza propia, la nuestra, en la que no somos capaces de preparar buenos expedientes técnicos. Estas son las circunstancias que, a la larga, van acumulando resentimientos, odios al centralismo, regionalismos chauvinistas inútiles y otras taras sociales que ya vemos en otras partes del mundo. Bien harían los gobernantes en evitarlo.