Parece que el Perú se encontrase en un mundo al revés, pues si bien Pedro Castillo dio un golpe de Estado para asumir poderes tan absolutos como ilegales, y luego tratar de huir, ahora resulta que este sujeto es una “pobre víctima” y que la gente se moviliza y comete actos de violencia en distintas zonas del país para defenderlo y exigir que retorne al poder, cuando la ley manda que pase varios años tras las rejas por haber violentado en orden constitucional y democrático.

Se ha vuelto en un vil dictador con mensaje golpista difundido a nivel nacional e internacional, pero para sus seguidores el profesor debería ser puesto en libertad y devuelto a Palacio de Gobierno. Incluso algunos que en el Congreso votaron a favor de su vacancia hace menos de una semana, ahora, días después, salen con que quieren ver a este impresentable libre y de regreso en el poder. Parece broma de mal gusto, pero es real.

Ayer el recluso Castillo ha enviado una carta de puño y letra victimizándose –como siempre–, afirmando que aún es presidente y haciendo un llamado a una asamblea constituyente, en momentos en que sabe que hay violencia en diferentes puntos del país. Sin duda el tipo anda en otra galaxia y sigue creyendo que tiene poder, cuando en realidad ya hay un gobierno y un gabinete ministerial que guste o no, sí tiene el respectivo amparo constitucional.

Más bien, sería bueno preguntar al Ministerio de Justicia y a la Policía Nacional hasta cuándo el encierro del golpista en la sede de la Diroes va a ser en modo hotel cinco estrellas, pues en los últimos días Castillo ha recibido todo tipo de visitas, se ha tomado fotos con quien le ha dado la gana y hasta ha enviado dos cartas de puño y letra. ¿No es tiempo de enviarlo a otro lugar o aplicarle un régimen carcelario más estricto para que no ande azuzando la violencia?

El golpista Castillo tiene que asumir las consecuencias de sus actos y dejar de dárselas de “pobrecito”. ¿No era acaso un “revolucionario” que venía a acabar con 200 años de “opresión”? Quiso convertirse en dictador como los personajes nefastos que admiró toda su vida, nadie le hizo caso, lo detuvieron en flagrancia y ahora debe pagar con cárcel su delito por más que la izquierda, hasta esa que se dice “democrática”, haya salido en su defensa.