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En Honduras, el resultado dado a conocer por el Tribunal Supremo Electoral a las 4:00 a.m. de ayer, mientras todo el país centroamericano dormía, confirmando como ganador al candidato presidente Juan Orlando Hernández (42.98%) sobre el opositor Salvador Nasralla (41.39%), que en las elecciones del domingo 26 de noviembre apareció primero con 5 puntos de diferencia del gobernante, genera ira y preocupación continental. Para aferrarse al poder, los mandatarios se valen de triquiñuelas normativas que construyen para contar con el monopolio del poder estatal. Así, luego de las protestas sociales, esperan que el tiempo juegue su partido para seguir detentando el poder. Otros, más descarados, tiran al tacho la Constitución y demás leyes internas y, lo que es peor, desconocen la decisión del pueblo, realizando, a contracorriente de su voluntad, cualquier movida para seguir al frente del país. Como Honduras, también es el caso de Bolivia, donde el presidente Evo Morales desconoce el resultado del referéndum (2016) que le dijo No a la reelección para un cuarto mandato. Ni hablar del nefasto Nicolás Maduro, cuya dictadura se aprovecha de contar en Venezuela con una oposición dividida; y, finalmente, el solapado Daniel Ortega, otrora exguerrillero sandinista que está al frente de Nicaragua desde 2007 -ya gobernó por once años (1979-1990)- contando con su esposa, Rosario Murillo, escandalosamente como vicepresidenta del país. La comunidad hemisférica no debería mostrarse indiferente frente a estas muestras de desprecio por la democracia, que son pésimos ejemplos para América Latina. Países como los mentados lucen la fragilidad de sus instituciones tutelares, quedando sus destinos a capricho del autócrata, y en los demás existe mucha hipocresía y hasta complicidad abierta o por omisión. Deberían tirar portazos a los regímenes que violentan el profundo valor de la democracia y medirlos con la misma vara. El Perú hasta ahora no dice nada sobre la expedita cuarta reelección para Evo, el resultado electoral hondureño ni el nepotismo nicaragüense.