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Es una paradoja de la historia que mientras hoy el mundo conmemora los 564 años del nacimiento del célebre comerciante y cosmógrafo florentino Américo Vespucio (1454-1512), con cuyo nombre nuestro continente se hizo un espacio en la sociedad internacional, el asunto bastante politizado en el escenario hemisférico de la próxima Cumbre de gobernantes que precisamente lleva su nombre siga concitando la atención de la política internacional. América, que se hizo rápidamente conocida entre los coetáneos del italiano, ha pasado por diversos momentos de complejidad en su vida internacional; pero no ha tenido como ahora uno de los mejores, caracterizado por su proyección en el planeta. ¿Habrán alcanzado los asesores a los gobernantes de nuestros países una ayuda memoria de la efeméride que hoy comentamos para los máximos funcionarios de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que -estoy persuadido- habrán de relievar esta histórica fecha? Lamentablemente parece ser que no. América -nombre hecho famoso por el cartógrafo Martín Waldseemuller, quien por primera vez la acuñó en su mapa Universalis Cosmographia (1507) en homenaje a Vespucio- padece actualmente de crisis política a diferencia de los años setenta u ochenta del siglo XX, que fue económica. El mejor momento para el gran despegue de la región es ahora, pero lamentablemente la corrupción impacta en nuestros países liquidando los valores de la clase política latinoamericana, que no ha encontrado cómo salir de este problema enquistado sin solución en lo inmediato. Américo, quien vino al también denominado Nuevo Mundo, -en oposición a la vieja Europa- hasta en dos oportunidades según aseguran sus biógrafos, si tuviera que participar en la Cumbre, no dudaría en jalar las orejas a algunos de los líderes del continente por obstruir su desarrollo sin importarles los resultados para el hemisferio. Nicolás Maduro -sin piso y una vez más amenazando que de todas maneras vendrá a Lima para el mes de abril en que se realizará la Cumbre- es el primer irresponsable que atenta contra su realización, buscando que arda la pradera a cualquier precio.