Áncash, una tierra tan productiva e inmensamente rica -aunque le duela a quienes nacieron allí-, es la tierra de las dudas. Con un vaivén de resoluciones que no dan seguridad jurídica a la región, nunca se sabe lo que puede pasar ni quién será la persona que se enfunde la vestimenta de autoridad regional.

Enrique Vargas, el último gobernador regional ancashino y quien logró el puesto tras la condena de Waldo Ríos, está preso por falsear información en su hoja de vida. Dijo que había estudiado para chef, pero de cocina nada que ver y recibió cinco años de prisión. Esta resolución recién ha sido ratificada hace un par de días, pero pudo haber salido y de nuevo volver a su cargo.

Esto no es un juego, pero el Gobierno Regional de Áncash está para cualquiera cuando se le antoje a quien quiera. Lamentablemente, los vicios y forados jurídicos han hecho, por decir lo menos, meter la pata a los pobladores. Si la ley fuera clara, los ciudadanos no hubieran votado por Vargas ni Waldo, esta dupla que se presentó en las últimas elecciones. Pero, esto ya pasó.

Ahora lo que se quiere es que Luis Gamarra, el tercer gobernador regional de Áncash en menos de tres años, reflote la economía y cambie la imagen de esta zona. La tarea será difícil, pero la gente merece una nueva perspectiva y no ser reconocida a nivel nacional por votar pésimo.

Por eso es importante la estabilidad jurídica de la región. Nadie en su sano juicio va a traer su dinero para abrir un negocio en un lugar que no se sabe quién gobernará mañana. El señor Gamarra tiene poco tiempo para revertir esta situación, pero puede comenzar a convocar a los representantes de las principales instituciones y mostrar su plan de trabajo -si es que lo tiene-.