Si hay alguien que en estos meses trágicos se ha dedicado a salvar vidas con la venta de oxígeno medicinal a precios justos y sin recargo pese a la demanda, ese es sin duda el empresario Luis Barsallo, conocido como “El ángel del oxígeno”. Sin embargo, ayer tuvo que cerrar su local del Callao debido a la proliferación de delincuentes que han amenazado su inmensa labor. Se trata de revendedores y apretadores que compran el producto a fin de venderlo luego por más dinero.
Indigna que el Estado a través de sus órganos de seguridad, no sea capaz de garantizar el trabajo de Barsallo, y que más bien lo haya dejado a su suerte, a merced de gente de mal vivir que ha encontrado una “oportunidad de negocio” alrededor de la venta de este oxígeno medicinal que salva vidas a diario. En los últimos días han puesto policías a vigilar los exteriores de la empresa Crio Gas, pero no es suficiente.
Desde el año pasado Barsallo ha vendido oxígeno al mismo precio que lo ha ofrecido desde antes de la pandemia. Mientras otros especulaban y cobraban más aprovechando la altísima demanda, “El ángel del oxígeno” no ganó un centavo más. Incluso varios quisieron premiar y poner en sus listas al Congreso a este exmarino convertido en empresario, cosa que el hombre siempre rechazó. Hoy, no puede hacer su labor por culpa de un grupo de hampones y sinvergüenzas.
Barsallo ha dicho que en los últimos días, el 60% por oxígeno medicinal que vende para enfermos de COVID-19 ha ido a parar a las manos de revendedores, mientras que en las afueras de su local, donde se concentra el drama de quienes durante varios días buscan el insumo para salvar la vida de sus seres queridos, han comenzado a aparecer los que cobran por espacios en las colas y hasta los ladrones de los balones verdes.
Las autoridades tienen que actuar y dar las garantías para que “El ángel del oxígeno” pueda seguir salvando vidas. En estos momentos, debería ser una prioridad para el Estado el que Barsallo y Crio Gas sigan trabajando en su local del Callao, teniendo en cuenta que cada día mueren cientos de peruanos, según las cifras de Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef). Unos delincuentes de poca monta no deberían ser la causa del fallecimiento de más personas.