“Sin parar camaradas. ¡Hasta más allá de la victoria!”, ha dicho Vladimir Cerrón como un grito de aliento desde la tribuna. Abajo, en la cancha, los congresistas de Perú Libre recolectan firmas para convocar a una Asamblea Constituyente, en algunos casos, en vez de hacer sus tareas de representación parlamentaria.

Cerrón parece un desaforado hincha que quiere que las bravuconadas se impongan a la razón. Desea hacer lo que le conviene, en lugar de hacer lo más beneficioso para los peruanos.

Es evidente que estos gritos de guerra a favor de una nueva Constitución han viciado la atmósfera política del país. Seguramente pretende generar un efecto intimidatorio en el Gobierno, pero lo peor es que produce que los inversionistas tengan miedo del futuro, que los ciudadanos teman por lo que viene, que suba el dólar, la economía se debilite y solo haya un desconcierto paralizante.

Como decía el empresario Genaro Delgado Parker: “Los empresarios no somos valientes, todo lo contrario, somos cobardes. Un empresario cuida mucho lo que tiene y ante cualquier peligro, huye. Hay que ser pragmático”. Tiene razón, si la alta temperatura política continúa y el presidente Pedro Castillo no expone con claridad los lineamientos de su Gobierno para resolver la crisis política y enrumbar hacia el crecimiento económico, la situación será muy difícil para todos. Debe recordar que el prestigio de cualquier Gobierno baja cuando sube el costo de vida.

El populismo, la vehemencia y el extremismo no encuentran acomodo en el Perú. Por lo tanto, propuestas como la de una Asamblea Constituyente no tiene lugar en estos momentos que las urgencias de los ciudadanos son otras.