“Los empresarios no somos valientes, todo lo contrario, somos cobardes. Un empresario cuida mucho su dinero, sus bienes, todo lo que tiene y ante cualquier peligro, huye”, decía el empresario peruano Genaro Delgado Parker cuando el gobierno de Aberto Fujimori se caía a pedazos en el año 2000. “Los argentinos se llevaban la plata afuera. Claro, porque el corazón es patriótico, pero la billetera no... Si embargo, cuando haya liderazgo y planes serios, ese dinero volverá, como vuelve a su casa un marido borracho y arrepentido”, manifestaba el economista argentino Domingo Cavallo en los días de la gran crisis de su país, en el que hubo cinco personas ejerciendo la presidencia de la República en pocos meses.
Así es. Siempre una crisis política trae como correlato una crisis económica. Por el momento, la calificadora internacional Fitch Ratings rebajó la perspectiva de calificación de estable a baja. “En el corto no habrá problemas porque el Perú tiene capacidad de pago, veremos qué pasa en cuatro o cinco años”, dijo el presidente del BCR, Julio Velarde. Es evidente que los datos de más de una calificadora no son los óptimos y podrían interpretarse como una advertencia para el Gobierno. Es que si la inestabilidad continúa, habrá problemas con los compromisos internacionales del Perú. La consecuencia será el deterioro de nuestra economía, algo que impactará en los bolsillos de todos los peruanos. Otra mala noticia en medio de esta coyuntura.
El presidente Pedro Castillo y sus ministros son hoy propaladores de caos e incertidumbre. Parece que la única preocupación es cómo llegar al fin del mandato sin importarles en qué condiciones.
Está claro que primero hay que arreglar lo político y más que la OEA, se necesita una decisión del Congreso para terminar con este desgobierno. Después vendrá la buena salud económica. Hay que destacar ello. Encauzar la economía y atraer inversores solo se logrará si hay buenas decisiones políticas.